El costo de realizar estos exámenes es de USD 1 000 por partido. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO
El mediocampista de Universidad Católica entró a la sala antidopaje del estadio Atahualpa y se sentó en un sofá, tras el juego de su equipo ante Aucas, el miércoles. Ahí -mientras observaba por televisión el partido Barcelona vs. Liga- aguardó su turno para dejar la muestra de orina para el control de dopaje.
Él estuvo en cancha solo 28 minutos, pero fue uno de los cuatro jugadores sorteados para el control que permite detectar si un futbolista ingirió sustancias prohibidas para elevar su rendimiento deportivo.
El dopaje volvió a instalarse en el debate futbolero luego de que José Angulo diera positivo en un control de la Conmebol, mientras jugaba en Independiente, en la Copa Libertadores de este año.
Los casos por dopaje en el país se conocen desde el 2004. Ocho jugadores fueron sancionados desde ese año, entre ellos exmundialistas como el colombiano René Higuita y talentos como el actual tricolor Miller Bolaños.
Antes del escándalo del ‘Tin’ Angulo, la Federación Ecuatoriana de Fútbol (FEF) realizaba el control en dos partidos de la Serie A y uno de la B. Pero desde el 30 de agosto se hacen controles en todos los cotejos de la A. En la B se mantiene solo un chequeo por juego.
Con esta nueva disposición, se elevó el número de muestras recolectadas. Actualmente, se receptan 28 por cada jornada. Antes, se recibían 12.
Las muestras se toman al final de los encuentros. Para ello, delegados de la Comisión Antidopaje de la Ecuafútbol realizan un sorteo. De ahí salen dos jugadores de cada equipo designados para cumplir la disposición.
Las muestras se envían desde Guayaquil al laboratorio del Instituto de Medicina Deportiva de La Habana, Cuba.
Ese laboratorio, aprobado por la WADA (entidad encargada de los controles antidopaje a escala mundial), recepta las pruebas realizadas a los jugadores que participan en el campeonato nacional.
Borys Zambrano, de la comisión, viajó la semana pasada a la capital cubana con 96 muestras de los futbolistas que compiten en los torneos locales.
El costo de realizar estos exámenes es de USD 1 000 por partido. La FEF financia la mitad y el equipo que juega de local paga el 50% restante. Ese monto incluyen las pruebas a los cuatro jugadores sorteados, pago de honorarios al médico, traslados de muestras y costo de los kits antidopaje.
Zambrano lamenta que las muestras no puedan enviarse a Cuba semanalmente, debido a los formularios y permisos que deben gestionar en el Ministerio de Salud. Según él, los trámites quitan rapidez al proceso. “Tenemos que certificar que las muestras no constituyan riesgo infeccioso humano o animal”, explicó.
Las muestras recolectadas de las dos últimas fechas de la Serie A aún no se han enviado. Estas permanecen empaquetadas y refrigeradas (a 8 grados centígrados) en el departamento de la comisión médica de la Ecuafútbol. Se espera enviarlas en el transcurso de la próxima semana.
El almacenamiento de la orina no representa un riesgo de errores, asegura. “Se analizan metabolitos, donde se alojan las posibles sustancias prohibidas. No se toma en cuenta la reproducción bacteriana propia de la orina”, dijo.
Juan Jaramillo, delegado en los controles de dopaje, explica que se hace un control minucioso y se llenan tres formularios antes de enviar las muestras a Guayaquil.
El mes pasado, la FEF entregó una carpeta a los clubes, con la actualización de todas las sustancias consideradas ilegales por parte de WADA. Gustavo Peralta, médico de Barcelona, dice que en el equipo realizan charlas periódicas. Él lleva un control sobre las enfermedades de los jugadores y las medicinas que se les suministra.
Jorge Panchi, galeno de Aucas, instruye a los jugadores sobre los medicamentos. “A veces toman suplementos que podrían afectarles”. Las charlas y un control de medicación es la mejor opción, según Gustavo Pezo, médico de Emelec,
Peralta cita a Jonatan Álvez como ejemplo, que este año fue sometido a tres pruebas.