Bolivia guió a Rorys en los campeonatos infantiles
Bolivia Espinoza fue padre y madre para Rorys Aragón. Para el golero del Deportivo Quito, ella es su ‘ídolo’, la persona que más admira por su entrega y perseverancia ante la adversidad.
Cuando Aragón tenía 10 años, su padre falleció. Entonces, ‘doña Bolivia’, como le dicen de cariño en Esmeraldas, tomó las riendas del hogar y crió a sus cuatro hijos, entre ellos, el actual golero chulla.
Ella les inculcó que fueran educados y se prepararan para el futuro a través de la educación. Rorys vivió en el barrio Bellavista, sitio en donde su mamá lo seguía a todos los torneos y partidos.
Aragón complementó los estudios con trabajo para ayudar a su progenitora, cortando césped y vendiendo leche. Así aportó económicamente en la casa para la comida, su educación y la de sus hermanos.
Cuando el golero decidió dejar su hogar para buscar nuevos horizontes en Guayaquil, ella le dio su bendición, pidiéndole que nunca olvidara los valores que le enseñó. Pero, sobre todo, que no se dejara guiar de “gente que pudiera hacerle daño”, recuerda con nitidez.
Así llegó a Emelec a los 17 años y empezó a retribuir con regalos a su madre por todo el esfuerzo que había hecho.
Ella casi no lo visita en Quito porque “le huye al frío”, asegura Aragón, quien jugó también en el fútbol de Bélgica.
El golero de 31 años disfruta cada momento que tiene con Bolivia, quien también se destaca por su sentido del humor. Ella supo transmitir esa característica a su hijo futbolista.
Alexandra puso a Daniel en el equipo de guardería
El papá de Daniel Samaniego, Danilo, fue uno de los ídolos en Liga, pero fue su mamá, Alexandra Dávila, quien lo motivó en el fútbol, desde la infancia.
Con su influencia, el ‘Chupete’, como ahora es conocido Daniel, ingresó en la selección de la guardería del Ministerio de Bienestar Social, con 4 años. Allí su madre laboraba y deliraba al verlo en la cancha. Desde esas edades, el volante de El Nacional empezó a saborear las sensaciones de correr con el balón en sus pies, gritar un gol y salir victorioso.
Ella mismo le animó a continuar con el fútbol en el jardín, la escuela… hasta llegar a las categorías menores de Liga, club del cual “antes era hincha” por Danilo. Ingresó a través del colegio del mismo nombre, con 10 años.
“A mi mamá siempre le encantó verme jugar fútbol. Nunca se ha perdido un partido mío, desde la infancia”, se enorgullece al decir Daniel, quien lució el 10 en su espalda del Independiente del Valle y ahora está en el club criollo.
Cuando lo alienta en la tribuna, Alexandra aparece como una aficionada más: se emociona con cada gol anotado y con cada buena jugada. Hace funciones de técnico desde las gradas. Eso sí, jamás ha sostenido alguna discusión con otra persona que haya estado en desacuerdo con alguna jugada de su hijo.
Cuando va a visitar a su mamá, el jugador siempre es recibido con un plato de fritada, fanesca o mariscos, en especial los cangrejos, que son sus mariscos favoritos.