‘Ir al Mundial es la gloria para Gustavo Alfaro”. Esas palabras son de Víctor Tuchi, un argentino que fue periodista y que, sobre todo, ahora es representante del entrenador de la Tri.
Tuchi conoce a Alfaro desde la A hasta la Z. Sabe cada detalle de él, sus gestos y hasta su forma de pensar. Es su amigo, con el que se reúne con frecuencia cada vez que el seleccionador de la Tri está en Argentina. Comparten cafés, asados, charlas de fútbol, de la vida…
En Argentina dicen que el empresario conoce al técnico mucho mejor que sus hijas y su esposa Daniela Pignolo. Al escuchar esto, Tuchi ríe a carcajadas (a través de una llamada vía WhatsApp). “No, solo somos muy buenos amigos”.
¿Cómo es Alfaro fuera de los campos de fútbol? Es muy humano, amiguero, le gusta la familia, acompañar a sus hijas (Agustina y Josefina), estar pendiente de sus colaboradores directos, de los cancheros (tal como le dicen los argentinos), de la gente de la cocina, de todos… Y así lo ha hecho todo este tiempo que ha estado involucrado en la Selección de mayores.
Pero también se ha mordido la lengua en ocasiones. Ha preferido guardar silencio por apreciaciones o declaraciones que considera injustas. Por ejemplo: que lo critiquen por cambios de futbolistas, después del triunfo histórico (ante Chile en Santiago). En esa ocasión frunció el ceño en señal de desacuerdo, y solo le faltó levantarse y abandonar la rueda de prensa pospartido.
Sus amigos -en versiones recogidas por este Diario- sueltan informaciones que creen que en el país no han valorado su trabajo, sobre todo los medios de comunicación.
Alfaro es un buen orador. Tiene un poder de convencimiento, con preponderancia en los jugadores, eleva su estima, hasta pudiera ser un ‘coach’, es un buen ser humano.
“Es un equipo, es más que una familia. Hay respeto entre todos. Es un ambiente distinto a selecciones pasadas. Hay que sacársele el sombrero”, admite Rodrigo Espinosa, presidente de la Comisión de Selecciones de la Ecuafútbol.
Alfaro no solo tiene charlas técnicas con los seleccionados, también les inculca valores, les da consejos de cómo afrontar la vida.
Para él, que un futbolista adquiera un auto 0 kilómetros es relativo. Lo más importante es la forma cómo los jugadores proyectan su porvenir, que tras el retiro se puedan sostener económicamente. “A los jugadores también les he hablado en la misma forma como suelo hacerlo con mis hijas”, le dijo a este Diario, meses atrás.
Su teléfono celular casi ha reventado -afirman sus amigos- con decenas de mensajes vía WhatsApp, llamadas… en la última semana.
Su respaldo ha sido su familia, sus hijas, que también son fanáticas de los equipos en los que ha estado su padre. Y también se ha sumergido en la lectura y en la revisión de videos.
Es su primer Mundial. Es la gloria para él. Y es el fruto de tantos años de trabajo desde que empezó con las divisiones inferiores del Atlético Rafaella y como asistente de campo de Roberto Rogel y de Carlos Biasutto, en el mismo equipo de la provincia de Santa Fe.