Vivimos momentos de cuestionamiento sobre lo que creemos, lo que pensamos, las posiciones que tenemos y resulta un poco angustiante. Me imagino que será “normal” el dolor de estómago con las discusiones familiares, entre amigos, en grupos sobre el matrimonio igualitario, con posiciones tan antagónicas o iguales pero defendiendo argumentos a rabiar de un lado y de otro.
Mis estructuras tambalean, quiero acoger, ser misericordioso con el otro, tener empatía, pero a la vez me atormenta el mundo del todo vale, la voracidad de la humanidad por cambiar la razón e imponerla.
Al momento siento que soy parte de la minoría, (se dio la vuelta la tortilla), y siento que me pisotea esta supuesta mayoría. Porque ahora un punto de vista más conservador es tomado como una afrenta, como si viniera de un cavernícola.
Creo que así como exigen que respetemos a otros también deben respetar a quienes desde un punto de vista más conservador valoramos la familia tradicional (papá, mamá, hijos) aunque puede haber otras recetas de familia, pero rescatamos el valor de la familia común creemos que se nace hombre o mujer desde la milagrosa concepción.
Creo que hay casos especiales y si me toca afrontarlo, trataré de hacerlo con amor, hasta fiesta les haría aunque para mí no sea un matrimonio sino una unión diferente la cual desearía que sea con respeto, amor y que no se rompan el corazón.