La reciente prueba de vuelo hacia el nuevo aeropuerto de Quito vio al Alcalde actual, su segundo y otros funcionarios de turno, con grandes sonrisas celebrar este importante hito en la vida citadina. Sorprende que nadie haya tenido la decencia, la hombría de bien, de agradecer a aquellos gestores de esta obra que -en su orden- debe empezar por quien en su momento resolvió que allí debía hacerse, no sé quién fue pero ciertamente debemos agradecer su visión y decisión. Por otra parte, debemos agradecer al general Paco Moncayo por ser quien, con entereza, valentía y esfuerzo inició la importante obra. Al margen de los cuestionamientos de algunos que siempre, sea cual sea la obra, la cuestionan por una y mil razones que pronto se olvidan. Somos malagradecidos con nuestros gestores públicos y siempre existen aquellos que cosechan la siembra de otros y que no son capaces de decir gracias, por pretender llevarse todos los laureles, en ocasiones inmerecidos. El maniqueísmo que define a la clase política no le permite ver las obras buenas de los otros, peor les permite ser agradecidos, siempre prefieren elevarse sobre las faltas, errores y falencias del otro, antes que por méritos propios. Es de esperarse que algún día se otorgue el reconocimiento a quienes se lo merecen, ojalá sea en vida.