La minoría de edad estuvo bien definida por Immanuel Kant, quien la explicó de la siguiente manera: “La minoría de edad significa la incapacidad de servirse de su propio entendimiento sin la guía de otro.”
Tenemos en Ecuador, en épocas de elecciones, con muy escasas excepciones, una gran cantidad de candidatos a las diferentes dignidades que son unos auténticos menores de edad. Unos más que otros.
Unos escogen como sus proclamas los más fervorosos clamores populares, sin ningún análisis sobre su implementación, recogen el consejo de algún asesor igual menor de edad, según la definición kantiana.
La gran mayoría desconoce la historia del Ecuador y sus realidades, por allí uno de los candidatos presidenciales demostró que, a pesar de sostener que el mejor presidente del Ecuador fue Eloy Alfaro, no supo responde cuando le preguntaron en qué época gobernó Alfaro. Patético.
Algún candidato a la presidencia sostiene que implementará una mezcla de federalismo con centralismo: tampoco dice cómo, irreflexión galopante.
Pero la cereza del pastel la puso un candidato que, sin entendimiento alguno, propone juzgar a Odebrecht y defiende la inocencia de los involucrados en los casos de corrupción que esa empresa realizó en Ecuador: ¿podrá haber mayor minoría de edad?
¿No entiende este señor que al juzgar a Odebrecht está aceptando los actos de corrupción que se perpetraron durante el gobierno de sus defendidos?
El entendimiento natural nos obliga a reflexionar lo que decimos o hacemos, cuando ha sido debidamente cultivado por cada persona, y debe ser un requisito indispensable para postularse a alguna candidatura.
Si quieren candidatos jóvenes, los hay con una vasta cultura, y con un entendimiento bien desarrollado, pero claro, seguramente no serán obedientes ni sumisos.