El ‘bullying’, como sabemos, es una forma de hostigamiento y acoso permanente (psicológico, emocional o físico), a niños, adolescentes, jóvenes y hasta adultos en los diferentes ámbitos en los que se desenvuelven: escuelas, colegios, universidades e incluso, lugares de trabajo; circunstancia que, sin duda, los mantiene nerviosos, acomplejados, retraídos, tímidos, convirtiéndolos en potenciales candidatos al suicidio; pues, para nadie es desconocido que este raro fenómeno ha sido, muchas veces, origen de muchos trastornos nerviosos y psicopáticos (anorexia, bulimia), intentos de autoeliminarse y suicidios consumados.
Esta situación no es nueva, ha venido ocurriendo a lo largo de nuestra existencia pero, al parecer, hoy se ha intensificado, y hasta podría decirse que “se ha puesto de moda”.
Actualmente se están llevando a efecto campañas masivas para, de alguna manera, atenuar esta perversa conducta, en la que los fuertes prevalecen sobre los débiles; pero por desgracia nada puede lograrse sin el aporte y participación directa de los padres y, sobre todo, de las instituciones educativas. Lastimosamente existe una contradicción al respecto, pues, según el Ministerio de Educación, directivos y maestros están literalmente prohibidos de sancionar faltas de los estudiantes, so pena de ser denunciados, castigados, multados y hasta separados de sus cargos; pues, los “límites” para establecer sanciones a los alumnos son, realmente, imperceptibles y, según la Ley, no se puede “discriminar” a nadie por más agresivo o problemático que sea… Labor sumamente difícil para el maestro, si en su Institución se encuentra con este tipo de dificultades.