Hace poco se publicó en este diario una nota sobre la Feria Internacional de Libro de Guayaquil, cuya edición 2020 tuvo lugar virtualmente. La FIL representa para muchos una celebración de la lectura a la que todos están invitados, una oportunidad para encontrar nuevos libros, conocer nuevos autores e intercambiar ideas. Pero, aunque existen espacios para los niños, y los adultos, la FIL continúa fallándoles a los jóvenes.
De los más de 60 invitados a la feria, menos de 5 son para los jóvenes (los he contado). La selección demuestra poco interés en realmente conocer y representar al público lector juvenil. Juzgando los espacios de contenido -las conferencias-, hay que preguntarnos, ¿a quiénes realmente se dirige la feria entonces? ¿Y cómo es posible que la audiencia que más lee, aquellos que activamente promueven la lectura por medio de la creación de contenido en YouTube, Instagram, blogs y otros canales; aún no tengan un espacio establecido en la feria del libro?
¿Por qué en vez de aprovechar la modalidad virtual para expandirse y construir una mejor oferta de contenido, la feria decidió invertir su presupuesto en una plataforma 3D que no era necesaria para llevar acabo el evento de forma exitosa?
Quizá la FIL debería preocuparse menos por ser innovadora, y más por cumplir su promesa de una experiencia para todo lector.