Sorprende constatar que aún hay quienes intentan “resucitar” la trasnochada idea de la existencia de dos iglesias: la de los ricos, supuestamente representada por la jerarquía eclesiástica y sacerdotes de “extrema derecha”, y la de los pobres, representada por la ya extinta “Teología de la Liberación”, célebre por sus devaneos marxistas.
Al respecto cabe recordar que, por ejemplo, Monseñor Oscar Romero y la Madre Teresa de Calcuta, siempre estuvieron con los más pobres y desvalidos, y jamás fueron ni necesitaron ser “teólogos de la liberación” para llevar adelante su encomiable trabajo pastoral y humanitario. El Papa Juan Pablo II, no solo estuvo siempre del lado de los desposeídos cuestionando lúcidamente a la tal “Teología de la Liberación”, sino que luchó esforzadamente contra la opresión socialista en su Polonia natal. Actualmente, el Papa Francisco ha dado muestras fehacientes de que los pobres y desamparados son su principal preocupación, y, no solo que el Santo Padre no es “teólogo de la liberación”, sino que jamás ha aprobado dicho engendro político-religioso que proclama sin tapujos: “reconocer el hecho de la lucha de clases y participar activamente en ella”; “inserción en las luchas populares por la liberación”; “el amor no suprime la calidad de enemigos que poseen los opresores, ni la radicalidad del combate contra ellos”; “una revolución social que rompa con esa dependencia, puede permitir el paso a una sociedad socialista”; “Marx irá construyendo un conocimiento científico de la realidad histórica”; “cristianismo y el marxismo son la misma cosa” (“teólogos de la liberación” G. Gutiérrez, R. Alves, E. Cardenal).