La celda es fría, casi oscura, del techo cuelga un bombillo incandescente, vuela una mariposa. Sentado en una silla, con papel y pluma Eli Cohen escribe su última carta, dirigida a su esposa Nadia. Presiente lo que viene: la muerte. Llega a la plaza Marje en el corazón de Damasco en un camión jaula, la multitud se agolpa para ver su final, son las últimas horas de vida de Kabal Amin Taabes, el agente 88 del Mossad israelí, afincado por más de cinco años en las mismísimas entrañas del poder sirio.
Se acaba de estrenar la miniserie de 6 capítulos “El Espía”, basada en la historia real de Eli Cohen, el espía israelí más recordado de la historia. Eli nacido en Egipto en 1924 formó parte de la juventud sionista. En 1960 acepta ingresar a las filas del Mossad, el Servicio de Inteligencia de Israel. Aprende rápido como identificar si le siguen, el código Morse, el lenguaje árabe, logra trasmitir diariamente 45 palabras por minuto, a las 8 de la mañana y 8 de la noche, su mampara: ser un empresario sirio próspero de las exportaciones.
Ya infiltrado en las redes del poder sirio, dominado por el partido Baaz, nacionalista- socialista, logra adentrase en las fortificaciones del ejército en los Altos del Golán y con una mini cámara toma fotografías de las posiciones de cada búnker sirio. Su hazaña no acaba ahí, envía de regalo a los soldados, centenas de eucaliptos que son sembrados con la excusa de darles sombra, pero que en la Guerra de los Seis Días (5 al 10 de junio de 1967) les indican a los pilotos israelís donde deben disparar sus bombas, contribución fundamental para la victoria judía.