Esta frase se escucha en promedio cada cuatro años; en todos los ritmos musicales y por demás variados estilos de diseño promocional, y no es menos cierto que el Ecuador cambiará, eso es una verdad absoluta, la única incertidumbre sería para alegría de quienes y tristeza de otros, nuestro amado país cambiará.
Si revisamos las 20 constituciones que el Ecuador ha tenido a lo largo de más de 180 años de vida como República independiente se concluye que hemos tenido una constitución cada 9 años y pocos meses más, aproximadamente, y posiblemente todas ellas ofrecieron esperanza de cambio acorde al momento histórico; sin embargo, ahora salta otra interrogante, y es: ¿Qué hace el común de los ecuatorianos para cambiar?
Al revisar un libro de historia estará lleno de referencias de quienes llegaron al poder de un Estado y los logros que alcanzaron, sin embargo al examinar las páginas de un libro que contenga los descubrimientos científicos que cambiaron el rumbo de la humanidad difícilmente encontraremos a un estadista en su índice alfabético u obituario; con esta comparación se conjetura que el desarrollo llega de un lugar silencioso con muchas horas de duro trabajo individual o colectivo que puede contar con libros, experimentos; pero jamás fue el triunfo de una corriente la chispa generadora de la genialidad de cambios para la humanidad.
El ecuatoriano debe empoderarse de su gentilicio, es decir ser el centro del mundo, es hora de empezar a llamar la atención no con cosas suntuarias y banales que solo generan consumo, si no con descubrimientos, con arte, con ideas. El ecuatoriano refleja la misma capacidad de cualquier persona en cualquier parte del mundo, hay que creer en el país, porque quien lo hará cambiar serán todos y cada uno de los ecuatorianos. La premisa es, ha sido y será: “¡El Ecuador cambiará!”, con entusiasmo y con alegría, como es el ecuatoriano.