No me refiero a aquella famosa película francesa, sino a la pesadilla que hoy vive la burocracia ecuatoriana, a la que le ha tocado su turno dentro del esquema de terror del régimen totalitario, para, simplemente, mantenerse en el poder.
Luego de conculcar principios básicos como la garantía de estabilidad laboral y los derechos adquiridos, así como la libre asociación sindical, se han inventado la compra obligatoria de renuncia, con lo cual colocan a todos los servidores públicos en la categoría de libre remoción, para desenrolar a todo aquel que no comulgue con la pesadilla de revolución.
La burocracia está devengando el salario del miedo, impuesto por los neoliberales reencauchados, que bajo las imágenes de Eloy Alfaro y el Che Guevara, han logrado la más alta concentración de capital en pocas manos, y van para largo en su proyecto de privatizar desde el Estado hasta la libertad.
Los servidores públicos deben constituirse en el pedestal de defensa de la institucionalidad y del Estado Nacional, revertiendo el salario del miedo hacia el de la dignidad y el coraje, con la convicción de que son ciudadanos dueños de su destino y del voto soberano.