Como cristiano devoto, en cuanto a tratar de imitar a Cristo en los avatares de mi vida diaria (pensar, hablar y actuar como Cristo), debo manifestar mi asombro ante el despilfarro pusilánime de sesenta mil dólares en la construcción de una eufemista “capilla de adoración perpetua”, cuando con ese capital se podía iniciar una empresa de beneficencia, de educación o de salud para los más pobres. La oración religiosa es la que surge de la calle, del páramo, de las chozas, de las habitaciones, de las montañas, de las playas…
Esta práctica no necesita de capillas de “cinco estrellas”. El Santísimo está presente en todas partes.