Es lamentable que un proceso democratizador de importancia como la reinscripción de los partidos políticos se complete a fuerzas y descaros por parte de los responsables; solo evidencia el compromiso ausente con el país de burócratas, políticos de profesión y aspirantes a puestos de representación electoral y, un conjunto de dilemas éticos por resolver.
Subjetividad de la democracia, que tiende a transgredir ideales de los ciudadanos militantes de organizaciones políticas, y de la cual surgen sensaciones de vulnerabilidad, desacuerdo, el fin del compromiso, y el alejamiento de la política.
El desenlace es previsible, impunidad, acomodos y una vuelta a la ritualidad electorera del ayer que ya nadie quiere recordar, máquinas electorales, ofertas demagógicas, violencia política, barullos, contaminación del espacio público, palabras huecas de candidatos y candidatas incapaces de articular coherencia entre sus discursos y acciones, y, el coraje de ciudadanos obligados a botar su voto por “el menos peor”, “prefiero malo conocido que bueno por conocer”, “no hay por quien más”, y responder con vergüenza a la pregunta ¿por quién sufragaste hoy?