No sabemos si lo que lleva en sus manos es una bolsa, un morral o dos maletines, lo que sabemos es que no contiene el fruto de un trabajo honesto. Sus ojos no miran la luz de la verdad sino que contemplan la oscuridad. Sus oídos son sordos ante el clamor de la justicia. Su sentido del gusto se deleita con lo ajeno. Su olfato le avisa cuando alguna torcida oportunidad se presenta. Su tacto se deleita hasta el clímax cuando palpa multitud de billetes. Maquina perversidades su cerebro, escudriñando vericuetos para evadir la justicia.
No conoce lo que es la vergüenza y cree que es superior a los demás, que merece lo mal habido y que no debe rendir cuentas ante nadie. El ignorante desconoce que su alma ha sido atrapada en las pegajosas redes del pecado, convirtiéndolo en su esclavo.