La primera mujer presidente de la Universidad de Harvard es Catharine Gilpin Faust, historiadora, obtuvo su PhD en 1975. El vicecanciller de la Universidad de Cambridge es Stephen Toope, especialista en legislación internacional, obtuvo su PhD en 1987. La vicecanciller de la Universidad de Oxford es Louise Richardson, experta en legislación internacional, obtuvo su PhD en 1989. El presidente del Instituto Tecnológico de Massachusetts es Rafael Reif Groisman, experto en ingeniería eléctrica, obtuvo su PhD en 1979. Es posible continuar con cientos de ejemplos de las universidades del mundo, escogiendo de entre sus filas a los mejores, afianzan su excelencia y relevancia para la humanidad. No es casualidad que éstos líderes académicos tengan como condición necesaria el PhD. Es de lamentar criterios locales que insisten en mantener a nuestras universidades bajo el liderazgo de personas que carecen de la condición mínima que es estándar mundial. Es una curiosa coincidencia que dichos criterios locales suelen surgir de académicos ecuatorianos cuya trayectoria profesional se remonta a los años en los que los líderes de las mejores universidades del mundo obtenían sus títulos de PhD (en historia por ejemplo). Como sociedad, es hora de reconocer que nuestras desdichas económicas y políticas se deben justamente a aquella insistencia, obsoleta y folclórica, de permanecer dando vueltas sobre el pasado.