Al culminar un año lectivo es evidente la crisis de valores manifiesta en niños y jóvenes; se dice que este aspecto es responsabilidad de la familia, pero no es así pues es la trilogía educativa la que debe funcionar armónica y complementariamente (familia, escuela y entorno), es en la familia donde se inicia la conceptualización y la práctica de valores, pero si no hay continuidad en las instituciones educativas, queda trunco, el entorno es importante, si este es grotesco, viciado, agresivo, ¿qué podemos esperar?
El docente ya no tiene la autoridad que antes tenía basada en el respeto, el amor, la exigencia. Hoy, luego de una ley creada en la “década nefasta” el estudiante y los padres de familia cuestionan al docente por todo, impidiendo que se pueda reprender ante un comportamiento inadecuado porque hasta son demandados. Claro que también hay docentes y docentes, los primeros sin muchos títulos pero con vocación, mística y entrega saben que con el ejemplo se siembra semillas imperecederas, ellos son los verdaderos Maestros; los otros con un sinfín de títulos piensan que lo importante es llenar la cabeza de conocimientos pasando la práctica de valores a un lugar irrelevante.
Los niños y jóvenes son expertos en el manejo de la tecnología, solo necesitan ser guiados para investigar y aprender por sí solos (excepto en las ciencias exactas que necesitan procesos mentales específicos), estos docentes en su mayoría ingresaron al Magisterio sin la preparación requerida, solo con capacitación de tres meses, según criterio de quien tanto daño causó al país.
Señora Ministra por qué no se toman medidas de base, aunque parezca una utopía, pero si se vuelve a la creación de los Normales, sería una solución para las generaciones futuras, aunque nosotros ya no lo veamos.