Hace falta cultura electoral
Desde el inicio de la República 1830, en contadas ocasiones por suerte más que por otra cosa, hemos acertado en la elección de buenos administradores, no sabemos escoger nuestros servidores, las equivocaciones han sido muchas y las consecuencias graves. Urgente, es necesario adoptar un sistema electoral donde se exprese en forma sencilla y clara los derechos y obligaciones de los actores que básicamente son tres, Autoridad, Candidato y Elector. La Autoridad tiene la obligación de regular y controlar el proceso de elecciones. La regulación es la clave del éxito o fracaso del proceso electoral, las normas que elabore deben responder a: las necesidades coyunturales de la comunidad (ejes temáticos), los requisitos para la calificación de los candidatos, las instrucciones para la elaboración y socialización de la oferta del candidato, los deberes y obligaciones del elector, etc., mismas que servirán de guía de comportamiento a candidatos y electores. El control es el seguimiento crítico de la ejecución del proceso, tiene dos objetivos, asegurar el cumplimiento de las normas establecidas y, adquisición de experiencia en territorio, que servirá para la actualización de las normas. El Candidato, dejará de hacer baratillo de ofertas sueltas y desarticuladas que están lejos de solucionar las necesidades del elector, estará obligado a presentar un plan de trabajo homogéneo y normalizado que responda a los ejes temáticos que piden las normas, expresado en proyectos con sus: actividades, costos, tiempos de ejecución, fuentes de financiamiento, período de rendimiento de cuentas, es decir, el cómo ejecutará su plan, esto ayudará al elector a sufragar con criterio. El Elector, dejará de improvisar el voto, eligiendo el mejor plan de trabajo y no el candidato más parecido.
Marco A. Zurita Ríos
Disponibilidad de equipos Vs inacción gubernamental
Con profunda e indignante preocupación he visto y oído en los distintos espacios noticiosos de del país las ingenuas e irresponsables declaraciones de altos funcionarios del gobierno respecto de las acciones desplegadas por la policía nacional y las fuerzas armadas en contra de las actividades mineras ilícitas que se desarrollan en distintas zonas del país, jactándose de la incautación, destrucción e inutilización de los equipos e instalaciones allí encontradas.
En esta oportunidad no me referiré a la desacertada gestión de las instancias técnico-administrativas encargadas del sector minero, que genera no solo la ilícita apropiación de los valiosos recursos auríferos del país por personas, grupos y organizaciones ilegales y criminales, sino también el daño irreparable del ambiente circundante a las superficies destruías y saqueadas a vista y paciencia de quienes están obligados a evitarlas.
Por hoy solo me voy a centrar en solicitar o mejor reclamar la acción gubernamental rápida y efectiva de los ejecutivos y asesores jurídicos de las mismas instancias que creen que la destrucción de los equipos e instalaciones incautados en las operaciones de control minero ilegal es la única y mejor gestión que pueden realizar, desconociendo la apremiante necesidad de utilizar dichos bienes en beneficio del propio sector minero así como del desarrollo infraestructural de las distintas regiones del territorio nacional que carecen de tales equipos.
Para información de los funcionarios encargados de los aspectos jurídico-legales debo decirles que el Art. 57 de la vigente Ley de Minería, en su segundo inciso, establece “Los bienes, maquinaria, equipos, insumos y vehículos que sean utilizados en actividades ilegales o no autorizadas de explotación, beneficio o procesamiento, fundición, refinación y comercialización clandestina de sustancias minerales, serán objeto de: decomiso especial, incautación, inmovilización, destrucción, demolición, inutilización o neutralización según el caso…”. De todas estas opciones legales ninguna otra que no sea la destrucción mecánica y/o inutilización ha sido aplicada talvez por facilismo, desconocimiento o conveniencia.
Los tractores, palas cargadoras, retroexcavadoras, volquetas y más equipos dedicados a la actividad minera ilícita son bienes que los gobiernos autónomos descentralizados no los disponen y reclaman su dotación al Ejecutivo pues los requieren para el cumplimiento de sus planes locales de vialidad, saneamiento ambiental y prevención de riesgos naturales, ahora que estamos próximos a enfrentar serios problemas derivados del cercano Fenómeno del Niño, por lo que se hace urgente la legalización del decomiso especial y/o incautación de estos valiosos equipos mecánicos para destinarlos a las distintas jurisdicciones territoriales.
Como previsión a posibles informes negativos a este clamor ciudadano debo informar también que ya existe jurisprudencia al respecto pues en el año 2002, equipos similares que fueron incautados en operaciones ilícitas de explotación de materiales de construcción en las parroquias de Pomasqui y San Antonio de Pichincha, fueron destinados a distintas labores sociales a cargo de tales jurisdicciones del cantón Quito.
Tobías Gerardo Herrera Heredia
La analogía del niño y el regalo
En nuestra niñez, nos regalan un auto de juguete. El regalo, aunque es un objeto simple, es considerado un “auto” por quienes lo ofrecen, con la intención de que el niño juegue y se divierta con él. Sin embargo, la sociedad dicta que los regalos deben estar envueltos en algo para ser considerados un gesto adecuado, así que lo entregan en una caja adornada.
Al recibir el obsequio, el niño, emocionado por el envoltorio llamativo, desecha el juguete que estaba dentro de la caja y, de forma espontánea, transforma la caja en un auto en su imaginación. Empieza a arrastrarla por toda la casa, haciendo sonidos como si fuera un vehículo real.
Esta analogía ilustra cómo, en la infancia, los niños tienen una capacidad innata para imaginar y dar significado a objetos de manera creativa. Es como si el niño, mediante su imaginación, dotara a la caja con las características y cualidades del auto que representa en su mente.
De manera similar, a medida que crecemos y desarrollamos, seguimos utilizando la imaginación y creatividad para interpretar el mundo que nos rodea. Aunque podamos recibir información y estímulos del exterior, nuestra capacidad de dar sentido a las cosas (conciencia) y dar rienda suelta a la imaginación es una parte fundamental de nuestro desarrollo cognitivo y emocional.
Así como el niño transforma la caja en un auto, los niños aprenden y se desarrollan a través de su capacidad de asimilar, interpretar y dar significado a las experiencias que viven. Esta habilidad nos acompaña a lo largo de nuestra vida, fomentando nuestro crecimiento personal y nuestra adaptación a distintos contextos y desafíos.
En conclusión, la analogía del niño y el regalo nos muestra cómo la imaginación y la interpretación creativa son elementos fundamentales en el proceso de aprendizaje y desarrollo de los niños, y cómo esta capacidad de dar sentido al mundo que les rodea o también conocido como conciencia les permite crecer y evolucionar de manera integral.
Ronny Fuenmayor