No tenemos el acceso a un elemental derecho a seguridad; se ha invertido mucho dinero en carreteras, hidroeléctricas, hospitales, escuelas del milenio, muy bien, pero desgraciadamente no se ha invertido en seguridad para el ciudadano.
Si señor Presidente, estamos en manos y a merced de la delincuencia, vivimos en absoluta y total inseguridad.
Por eso digo: de qué nos sirven las carreteras; porque en cualquier momento nos matan los delincuentes, esta afirmación no es exageración.
Estoy comentando con criterio por el momento triste que pasamos el viernes 19 de febrero a las siete de la noche, día en el cual cuatro avezados delincuentes enmascarados y con armamento sofisticado y de grueso calibre ingresaron a la fuerza a la oficina de mis hijos, en Quito, donde se impartía una conferencia de contenido científico a 25 profesionales y al grito de: ¡Esto es un asalto, todos al suelo boca abajo, y al primero que levante la cabeza le vuelo los sesos!, como en las películas de los magníficos, o de asaltos a bancos, propio de terroristas profesionales.
Se llevaron todas las computadoras, teléfonos celulares, carteras, billeteras, mochilas, maletas de mano y dinero en efectivo de los participantes en este evento.
Como decimos, con resignación : Gracias a Dios no fueron matando porque obedecimos las órdenes de estos malvados.
¿Esperamos que haya masacres y muertos para que nuestras autoridades actúen?
La Policía se hizo presente de inmediato en el lugar de los hechos, con los uniformados detectamos a través del GPS de algunos de los teléfonos que fueron a pasar en las cachinerías existentes en el barrio San Juan, calles Cuenca, Cotopaxi y Carchi, donde acudimos en las motos de los señores policías, pero… qué barbaridad, nada podían hacer.