El presidente del Gobierno Español sigue entrampado en la red de un resultado electoral en que ninguna fuerza tiene mayoría pero ninguna de las otras del Congreso de los Diputados le da los votos para la investidura.
Pedro Sánchez gobierna España desde la censura al presidente Mariano Rajoy. El PSOE fue la primera fuerza electoral en los comicios recientes pero no obtuvo la mayoría absoluta. El PP salió desprestigiado por los múltiples escándalos de corrupción y su resultado electoral fue modesto en relación a los números de elecciones pasadas.
Antes Rajoy tampoco pudo formar Gobierno y tuvo que trabajar con presupuestos prorrogados. A Sánchez le pasa lo mismo.
La campaña fue dura. Ganó el PSOE, bajó el PP, Ciudadanos sumó escaños y Juntos Podemos, la coalición de izquierda radical, tuvo una representación magra.
Podemos de Pablo Iglesias sobredimensionó su fuerza y presionó a Sánchez con aspiraciones extralimitadas para formar Gobierno. Para Sánchez y el PSOE, inaceptable, y para la Gobernabilidad de España, ceder hubiese sido nefasto.
Los partidos del centro a la derecha negaron el pan y la sal a Sánchez y algunos nacionalismos también. Se quedó solamente con el apoyo de una fracción de la izquierda catalana que no le alcanzó.
El PSOE reveló la ambiciosa y, repetimos, inaceptable petición de Iglesias para formar Gobierno. Una ironía: perder las elecciones y querer gobernar en áreas muy sensibles.
Sánchez seguirá adelante de la nave del Gobierno pulsando el timón en la tormenta. Hasta el 23 de septiembre deberá intentar acuerdos para formar gobierno y conseguir la investidura vía abstenciones, cuantas veces pueda. Si falla su gestión política España caminará a elecciones presidenciales otra vez el 10 de noviembre.
Se repetiría el escenario de una política fragmentada, la aparición de nuevas fuerzas y una ingobernabilidad nunca vista desde los pactos de la Moncloa. Todo es incógnita.