El niño juega en el patio entre la escuela primaria y el tanque soviético montada sobre un pedestal en la ciudad ucraniana central de Kagarlyk. Foto: AFP
En Kagarlyk, a 600 km al oeste de la línea de frente, la guerra que asola el este de Ucrania está muy lejos, pero los habitantes sufren las consecuencias: la moneda nacional se ha hundido, reduciendo notablemente su poder adquisitivo.
“Antes, si teníamos algo que celebrar, como un cumpleaños, podíamos ir a un bar. También comíamos más carne y más pescado”, dice Maria Polyvaniuk, una madre de familia de 27 años de edad que vive en un edificio soviético de Kagarlyk, a 70 kilómetros de Kiev.
“Ahora preparamos principalmente comida sencilla, como sopa y arroz. En lo que respecta a la ropa, compramos menos y esperamos que lleguen las rebajas”, agrega esta madre de dos hijos.
La familia vive del sueldo de su marido, un electricista que gana unas 2 000 grivnas mensuales (unos 80 dólares) . La fuerte caída de la moneda ucraniana, que redujo sensiblemente el poder adquisitivo de numerosos ucranianos, dividió por tres el sueldo de este electricista.
La suegra de Polyvaniuk, una mujer sonriente que ha soportado numerosas dificultades desde la caída de la Unión Soviética, compara la situación con la de mediados de los años 90, cuando la inflación alcanzó el 10 000%.
“En aquella época las tiendas estaban vacías. Ahora hay cosas para comprar”, cuenta Liubov Yemets, pero agrega: “ Si uno tiene dinero” .
En Kiev, donde parte de la gente negoció salarios en función del valor del dólar o del euro, queda dinero para algunas cosas.
Así, bares y restaurantes siguen teniendo clientes, como los tuvieron los vendedores de flores el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer.
En cambio, el tráfico de automóviles se ha reducido y las tiendas de lujo están vacías.
“No hay ventas: la grivna está muy baja, el dólar muy alto”, dice Sergui, un vendedor de banderas ucranianas, sombreros de piel rusos y otros souvenirs.
Los precios de productos importados han aumentado, pero también los de productos locales básicos, como el azúcar o el aceite de cocina, tras el alza del precio del transporte.
En este contexto, el Fondo Monetario Internacional tiene que aprobar este miércoles un nuevo programa de préstamos a Ucrania, a cambio de medidas drásticas aprobadas por el parlamento, como reducir las pensiones de los jubilados o triplicar el precio del gas.
Para Olena Bilan, economista en el banco de inversiones ucraniano Dragon Capital, habría que haber adoptado estas medidas “ dolorosas ” hace ya mucho tiempo.
“os presupuestos (públicos) sólo apoyarán a quienes realmente lo necesiten”, declara.
Esta semana, el presidente ucraniano, Petro Poroshenko, advirtió que “mientras haya guerra, no habrá inversiones en Ucrania”.
La guerra en el este industrial de Ucrania empeoró una situación ya de por sí complicada tras más de dos años de recesión.
Poroshenko confirmó el martes la retirada de la mayor parte de las armas pesadas de la zona en conflicto en el este de Ucrania, incluso en el lado separatista prorruso.
Poco después, también el martes, Estados Unidos acusó a Rusia de imponer un “reinado del terror” en Crimea y el este de Ucrania.