Alguna vez escuché decir que estamos programados para olvidar ciertos dolores, porque de lo contrario nos sería imposible continuar como especie y como individuos. Uno de esos dolores es el del parto (es por eso que tenemos hermanos); otro, el de los amores fallidos (y ahí está, siempre nos volvemos a enamorar). Hasta ahí es comprensible y deseable nuestra facilidad para olvidar. Pero ¿qué pasa cuando nuestro olvido en lugar de ayudarnos a vivir nos mata -como individuos o como sociedad? De ese olvido les vengo a hablar…
Seguramente se estarán preguntando a qué viene esta reflexión casi mística. No se asusten que no hay ningún misterio, esta es apenas la divagación de una típica habitante de una ‘Banana Republic’. Exacerbada, claro está, por los recientes acontecimientos en Honduras y la actuación de nuestro más preclaro representante en los mismos.
Sola, tratando de digerir los ‘por qués’ de tan malhadado suceso, tropecé con la explicación perfecta de lo que está pasando en Honduras. No contada por los malos de la CNN ni por los buenos de Telesur, sino por un ex guerrillero salvadoreño, que se llama Joaquín Villalobos, y que actualmente se dedica a la resolución de conflictos internacionales.
Dice el ex guerrillero: “En Honduras se ha roto la cuerda de un conflicto geopolítico que viene creciendo en toda Latinoamérica, cuando Chávez se mete lo mismo en Colombia que en Perú, Argentina o Bolivia. Honduras, una sociedad conservadora, de cultura política provinciana y primaria, de larga tradición golpista y con una izquierda también conservadora y pacifista, fue sometida a los debates del modelo bolivariano de reforma constitucional, reelección y socialismo del siglo XXI. El miedo es el motor de todos los conflictos y Honduras no es la excepción”.
Continúa, respecto a Honduras y a sus vecinos: “Estados muy débiles están recibiendo la embestida simultánea de narcodólares criminales procedentes de EE.UU. y de petrodólares ideológicos procedentes de Venezuela. Los primeros compran voluntades para obtener complicidades con el narcotráfico y los segundos compran alineamientos políticos que están rompiendo la unidad de los países: y ambos destruyen a las instituciones”.
Instituciones. Un concepto que se nos olvidó hace rato por estos lares, ¿será de tanto comer bananas? Ya ven, quizá nos convendría más ser una ‘Sardina Republic’, porque las sardinas son buenas para la memoria.
Porque les apuesto que si por acá no nos olvidáramos tan pronto de todo, ni los militares osarían protagonizar un golpe de Estado ni a nuestros presidentes se les ocurriría proclamarse Césares; ni nosotros volveríamos a votar por ellos, obviamente. Así que harán el favor de comer sardinas y acordarse.