8 de noviembre, 1926: Antonio Gramsci, diputado, fundador del Partido Comunista Italiano y director de L’Ordine Nuovo, es arrestado por el fascismo, acusado de subversión. Solo en 1929 se le restituyó la posibilidad de escribir e inició sus memorables ‘Cuadernos de la cárcel’. Murió 11 años después de su arresto. Fue liberado una semana antes de morir. Pensador recio, le debemos al menos el concepto de hegemonía, la comprensión de las funciones políticas que tienen la cultura y las ideologías, la condición colectiva del intelectual.
25 de diciembre, 2009: Liu Xiaobo, profesor de filosofía de la Universidad de Pekín, detenido un año antes, es condenado a 11 años de cárcel, acusado de incitar a la subversión. Su delito está contenido en la Carta 08, que se puede consultar en Internet (no sé si en China): la exigencia de respeto a los derechos humanos, suscritos también por China, y el llamamiento liberal para establecer un régimen de derecho, la independencia de poderes, la libertad de expresión y pensamiento, y la propiedad personal. La Carta proclama la necesidad de concluir en China el proceso republicano que se inició hace un siglo.
El Partido Comunista Chino se confunde con el Estado, concentra todos los poderes, y a nombre del pueblo, gestiona un capitalismo de Estado brutal.
Con el neoliberalismo se globalizó la economía capitalista, que prospera en China gracias a la dictadura del PCCh, pero no la democracia. El comunismo chino nada tiene que ver con los sueños de Gramsci.
El juicio a Liu se da en los mismos días de los levantamientos en Irán. Una corriente, aún minoritaria, se plantea el fin de la república islámica y la fundación de una república iraní. Lo que está en juego es el laicismo y la separación entre Iglesia y Estado.
Hay desde luego otros subversivos memorables que pasaron años en cárceles, como Nelson Mandela, o fueron asesinados, como Martin Luther King. Y hay miles de subversivos anónimos que se enfrentan al despotismo y la injusticia. Pero hay también aquellos que llegan al poder y terminan de tiranos a la espera de su otoño de patriarca, acosados por los fantasmas de la subversión.
Por el contrario, cuando el ex subversivo termina su mandato y se retira, como Mandela o como al parecer lo hará Lula, el gesto consolida la democracia.
Se puede y debe criticar la democracia. Pero más allá de cualquier crítica, incluso como condición para perfeccionar la democracia y alcanzar reformas sociales, es preciso defender el ámbito público para debatir y decidir sobre las formas de convivencia. Disentir es condición fundamental de la democracia.
Dice la nota de prensa que Liu Xiaobo, luego de recibir la sentencia, abrazó a su mujer y sonrió.
Columnista invitado