Eran 12. Los desconocidos llegaron a la medianoche a la gasolinera. Estacionaron su vehículo 4×4 plateado y atacaron a los despachadores. Para no llamar la atención de la Policía, tres de ellos usaron uniformes de los trabajadores.
Con las manos atadas, los empleados fueron recluidos en un cuarto de la estación, mientras que otros hombres sacaban el dinero recaudado el fin de semana.
10 días han pasado desde este robo que se perpetró vía a la Mitad del Mundo y entre los despachadores hay temor. Un mujer que ayer atendía una de las estaciones en el sur de Quito cerró brúscamente la ventana de una oficina. Otro hombre respondió de inmediato: es que no atendemos a desconocidos, es que hay miedo por los robos.
En otra gasolinera apenas estaban tres trabajadores. El ingreso a las oficinas administrativas no tiene restricciones, aunque en la puerta hay una alerta: prohibido el ingreso de particulares.
Pero en una tercera estación, el equipo de seguridad opera en un cuarto adjunto a la bomba. Allí ingresan únicamente personas con permiso y adentro un hombre maneja cuatro monitores que proyectan imágenes de los dispensadores, caja, delicatesen, etc.
En el parte policial elaborado tras el robo en la vía a la Mitad del Mundo se determinó que en el lugar no existían cámaras de seguridad, ni guardias privados.
La Policía detectó que algo similar ocurrió en otro local asaltado en Sangolquí (Pichincha). Ocurrió hace dos semanas y -según otro parte policial- cuando los agentes siguieron al auto de los sospechosos los hombres respondieron con subametralladoras.
Un agente explicó ayer que la falta de seguridades hace más vulnerable a los negocios y lanzó una alerta: “Son grupos que ya no atacan a los bancos y a los supermercados. Ahora que se han fortalecido las seguridades en esos sitios están viendo a las gasolineras como una oportunidad para cometer los atracos”. Según el oficial, son “pequeños grupos delictivos” los responsables.
No hay cifras específicas de robos a gasolineras, pero en un informe oficial se dice que de enero a julio de este año en Pichincha se registraron 17 137 delitos contra la propiedad. Carlos Idrovo, quien hace dos meses dejó la presidencia de la Asociación ecuatoriana de comercializadoras de gasolina, reconoce que las seguridades en los locales son mínimas. Y advierte de un peligro latente: “se conocen de asaltos a plena luz del día y en la noche. Les quitan USD 200 ó USD 500. A veces esto es mucho más grave, porque entran armados, abren las cajas fuertes y se llevan el dinero recaudado”.
Un hombre que ayer despachaba en una estación contó que los riesgos aumentan en las noches. “Las calles pasan desoladas y uno no puede saber quiénes son lo que llegan”. Hace dos años, a él lo asaltaron en otro local. “Eran cinco hombres, me dieron un cachazo en la cabeza y me amordazaron la boca para que no gritara”.
De allí, que Sucre Nevárez, representante de Petróleos y Servicios, pide que se trabaje, que en las estaciones se coloque un botón de pánico, para responder de inmediato ante los robos. “Por muchas seguridades que pongamos, esas personas hacen un estudio cabal de la situación. Si hay un hombre vendrán con dos; si hay 10 vendrán con 100. Si ven la clase de arma que utilizamos ellos tendrán otras de mayor alcance y potencia para someter al personal de seguridad”.
En el robo a la estación que opera vía a la Mitad del Mundo uno de los agentes explicó que los desconocidos “conocían el movimiento de la gasolinera”.
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