Diez días después de su desaparición, los siete miembros de la familia Toapanta Achachi retornaron al hogar, pero no como ellos lo hubieran deseado. Ayer, desde muy temprano, cinco de los siete féretros recibieron velatorio en la capilla ardiente que se adecuó con carpas blancas junto a la casa de Luis Hernán Toapanta Maliza. Él hace 10 años partió hacia Italia para trabajar en la construcción y volvió hace un mes para celebrar los 15 años de su hija Gissela.
Hernán falleció trágicamente con sus dos hijas, su esposa, sus suegros y su cuñada cuando intentaban llegar al santuario de la Virgen de El Cisne, en Loja. Se movilizaban en una camioneta que compró para su familia antes de retornar hacia Europa y que cayó en la quebrada Malacún (Chimborazo), de 300 metros de profundidad, en la madrugada del pasado miércoles 18. “Hernán debía regresar el viernes a Milán (Italia). Su vuelo salía en la tarde. Esta tragedia se tejió puntada tras puntada”, refiere Humberto Achachi, su cuñado.
La casa de los Toapanta Achachi no encaja con su entorno. Situada en la fértil comunidad de Quillán Loma, en la parroquia Izamba a 10 minutos de Ambato, la estructura moderna de dos pisos, techada con teja, está rodeada de extensos sembrados de cebolla, lechuga, alfalfa, papas, zanahoria y otros productos. Es muy moderna para una zona rural.
Aproximadamente, 400 comuneros se organizaron ayer para levantar la capilla ardiente, mientras los familiares viajaban la tarde del viernes hacia La Moya, cantón Chunchi (Chimborazo), para reconocer a sus parientes.
Quillán Loma es una zona agradable. Los comuneros disfrutan de todos los servicios básicos y una carretera asfaltada.
Conforme pasaban las horas, más amigos y parientes arribaban al velatorio. Los féretros fueron situados en hilera, mientras la gente lloraba y gritaba de dolor.
Las primeras indagaciones policiales sospechan que Hernán, de 42 años, pudo haberse dormido al volante, pues en lugar de curvar y frenar, continuó en línea recta y aceleró.
“Hernán estaba feliz. Primero acordaron salir a la medianoche, pero se quedaron dormidos y por eso se marcharon a las 02:00”, cuenta Humberto Achachi.
La camioneta doble cabina Toyota gris , de placas TBC-8954, costó USD 35 000. Hernán hipotecó su casa para comprarla con un préstamo que gestionó en una cooperativa de Ambato. No alcanzó a pagar la primera cuota.
El rescate de los cuerpos requirió más de cuatro horas. La zona del incidente es de difícil acceso. El terreno de la empinada quebrada es rocoso y está lleno de plantas silvestres que dificultaron la tarea. “Los cuerpos fueron reconocidos por las placas del vehículo y por la vestimenta de las víctimas”, acotó Roberto Cayambe, fiscal de Chunchi. Las operaciones de rescate se reiniciaron ayer a las 04:00. Los cuerpos de Hernán Toapanta y de su esposa Luz Angélica Achachi (35) aún permanecían en la camioneta. Sacarlos fue una labor titánica pues estaban en los asientos frontales. Los hierros retorcidos requirieron herramientas especiales de rescate que se movilizaron desde Alausí. “La ayuda del helicóptero policial fue decisiva”, explicó Gustavo Terán, comandante de la Policía de Tungurahua. Primero recuperaron cinco cuerpos en la madrugada de ayer y los otros dos restantes llegaron al mediodía.
En la camioneta viajaban José Leonidas Achachi (70), María Angélica Chango (65), Cristina (18) y Gisella (15) Toapanta Achachi, María Achachi Chango (42), Hernán Toapanta (42) y María Achachi. Está previsto que el entierro sea hoy, a las 10:00, en el cementerio de la localidad.