El excadete Michael Arce esperó cinco años una sentencia final. Foto: Sara Ortiz / EL COMERCIO
Los problemas de Michael Arce empezaron el 2 de octubre del 2011. Ese día superó las pruebas e ingresó a la Escuela Superior Militar (Esmil), pero lejos de ser una noticia positiva estuvo cargada de inconvenientes. Al menos eso lo recuerda su abogado.
A sus 19 años quería convertirse en el primer general afro de las Fuerzas Armadas. Pero el sueño duró poco. Tres meses después pidió la baja voluntaria y presentó una queja en la Defensoría del Pueblo por supuestos tratos crueles.
Cinco años después, la Corte Nacional de Justicia confirmó que en el interior de las FF.AA. se cometió un delito de odio racial en contra de Arce.
El 5 de julio, el juez nacional Richard Villagómez, ratificó la sentencia en contra del capitán Fernando Encalada, quien en ese entonces tenía el grado de teniente y era instructor de Arce. Él fue condenado a cinco meses y 24 días de cárcel. Él ya pagó es pena mientras estuvo en prisión preventiva.
El 5 de julio, la Corte Nacional también confirmó la reparación integral a favor de la víctima. Es decir, la Esmil debe realizar una ceremonia y pedir disculpas públicas al joven.
La diligencia duró dos horas y media. Allí, Juan Pablo Albán, abogado del excadete, aseguró que la sentencia establece un precedente, pues es la primera vez que se reconoce en el país y se judicializa un caso de discriminación racial en el interior de las FF.AA.
Según la investigación de la Fiscalía, Arce fue obligado a realizar actividades extenuantes y que iban “contra su propia dignidad por el simple hecho de ser afrodescendiente”.
Una vez, por ejemplo, el grupo de cadetes, compañeros de Arce, formó un círculo. El joven fue puesto en el centro mientras sus compañeros le rociaron gas lacrimógeno en los ojos. En otra ocasión, le hicieron comer en el suelo; le daban 30 segundos para el almuerzo o le dejaban sin comer.
Estos relatos se desprenden del informe que presentó la Defensoría del Pueblo a la Fiscalía y que formó parte de las pruebas en este caso.
Allí también se narra que por las noches, Arce debía hacer guardia con la ropa mojada o debía introducirse en fosas de agua helada hasta por 45 minutos, hecho que le causó hipotermia. Fue obligado a boxear de manera simultánea hasta con cinco personas, lo que le dejó una fractura en la nariz y un esguince en el brazo.
El 5 de julio, el juez Villagómez, en su fallo, indicó que estos hechos fueron reales e incluso que se los cometió con “ensañamiento”.
Miguel Antonio Arias, abogado del oficial procesado, cree que las pruebas de la Fiscalía no fueron suficientes para demostrar el delito. Él criticó el informe de la Defensoría del Pueblo, pues no se trata de una pericia judicial.
Los familiares del oficial también estuvieron presentes en la Corte. Ellos se negaron a aceptar la resolución y aseguraron que nunca existió discriminación, “sino que Arce tenía mala actitud para formarse”.
“¡Qué mal oficial sería mi esposo que incluso lo ascienden! (de teniente a capitán)”. Ella contó que debido a sus méritos su pareja incluso fue enviado a Brasil y sigue activo.
Para Arce, las Fuerzas Armadas son un capítulo cerrado en su vida. Actualmente estudia psicología en la Universidad.
El joven recuerda que en esos tres meses de formación militar nunca lo llamaron por su nombre. Lo trataron por “negro inútil”, “negro vago” o “hediondo”. Dice que al pedir la baja, su instructor lo humilló al hacerle leer una carta que le habían enviado sus familiares frente a sus compañeros.