Yo vivía en un departamento ubicado cerca de la Universidad Central. El edificio donde se encontraba era nuevo y no tenía guardianía privada.
Eran las 15:00 de un lunes cuando escuché a Sofía, la chica con quien compartía el departamento, gritar mientras estaba en la cocina. De repente, un desconocido entró en mi habitación y me apuntó con una pistola en la cabeza advirtiéndome que no me moviera.
Tres hombres nos ataron y sentaron en el piso. Nos preguntaron sobre las familias que vivían en el bloque, pero no les dijimos nada. Por eso me golpearon en la cabeza con la pistola.
Revisaban y reunían los objetos de valor que teníamos en la casa, lo mismo hicieron con los otros tres departamentos habitados. Pasó una hora. Uno de ellos se quedó con nosotras mientras los demás reunieron los objetos de los otros departamentos en el pasillo. Luego llamaron a alguien para que trajera una camioneta.
Nos dejaron atadas debajo de una de las camas y aseguraron todas las puertas del departamento. Luego nos desatamos y gritamos por la ventana para que alguien nos ayude.