La violación de la que fue víctima una estudiante de 15 años en el bus del colegio donde asiste, además de repudio social generó unión. Mujeres de todas las edades rompieron el silencio que suele acompañar a este tipo de delitos y pidieron justicia.
Esa voz logró hacerse eco y llegó a los hogares, donde parte de la conversación se centró en cómo evitar que eventos similares se repitan y toquen a más familias.
Además de la urgencia de hacer respetar las leyes que protegen a los grupos vulnerables, eficiencia judicial y severidad para los castigos, ¿se puede hacer algo puertas adentro para disminuir el riesgo?
Francisca Morejón, de la Coalición de Mujeres del Ecuador; Virginia Gómez, directora de la fundación Desafío, y Daniela Pullas, abogada del Centro para la Protección y Acción de la Mujer (Cepam) dan recomendaciones a las familias, en especial a los padres.
Las tres mujeres coinciden en que todos tenemos derecho a una vida sin violencia y el Estado debe garantizarlo y trabajar en ello.
Es clave, dicen, no revictimizar a las mujeres agredidas y presionar a las autoridades de los centros educativos y al Gobierno para visibilizar este tipo de agresiones.
La gente debe saber los riesgos que se corren en los espacios públicos y privados, dicen. Y ponen sobre la mesa un detalle: se supone que en el colegio y la casa debemos estar libres de violencia, pero a la vez son los dos lugares donde más agresiones se presentan. ¿Dónde podemos sentirnos seguras?
Ante la indefensión, no queda otra opción que buscar estrategias y planes dentro del hogar para reducir el riesgo. Para esto es clave la comunicación y confianza entre padres e hijos.
En el Ecuador hay 42 denuncias cada día por agresiones sexuales a niñas, adolescentes y mayores de edad. Otro dato alarmante: en el 80% de los ataques, el agresor es alguien conocido o un familiar.
Comunicación
Tener un acercamiento con los hijos es clave. Hablar con ellos con claridad sobre su cuerpo, lo que está permitido
y lo que no para que sepan identificar cuándo están en riesgo. Deben aprender a decir no, y saber reconocer cuando algo les resulte incómodo. Los menores de edad deben saber que existen las agresiones sexuales y que hay personas que pueden violentarlos tanto en los espacios públicos como privados. Y que nadie tiene derecho a tocarlos.
Tecnología
Es importante saber dónde están los hijos. Los padres deben conocer sus horarios, los trayectos que realizan, más aún si toman recorridos escolares o viajan en bus. Los teléfonos celulares permiten activar el GPS y que el celular sea rastreado. Otra opción es la ‘app’ Life360, que permite de manera gratuita ver en tiempo real la ubicación de los miembros de un mismo grupo. Emite una alerta si el teléfono se apaga y notifica cuando alguien llegó a su destino.
Confianza
Se recomienda tener un acercamiento directo con el grupo de amigos de los hijos. Conocer a los más cercanos, saber sus números de teléfono, saber dónde viven y, si es posible, tener contacto también con sus padres. Si hay la posibilidad, se debe ir a dejarlos y retirarlos de reuniones, fiestas o cuando salen a comer o a pasear. Si no es posible, se puede coordinar con los padres de los otros chicos para que siempre un adulto de confianza esté a su lado y sea el encargado.
Tomar medidas
Si el estudiante toma un recorrido escolar, se debe conocer el nombre del conductor y la empresa de transporte para la que trabaja. No está demás revisar los antecedentes penales de la persona que trasladará todos los días a los menores de edad. Si es posible, se debe exigir al plantel educativo que envíe a un inspector o profesor en el recorrido, hasta que el último de los niños sea puesto a buen recaudo. En casa, una persona debe recibir al niño cuando llega del colegio.
Chats
Muchas chicas tienen chats con sus amigas para alertar cuando se sienten en riesgo. Incluso han creado ‘stickers’ que permiten avisar de manera más rápida cuando el conductor está sospechoso o se sienten en peligro… Es una buena opción, sin embargo, es preferible que el chat de seguridad se abra también con personas adultas. Debe haber un protocolo para saber cómo reaccionar ante una alarma. Pueden acordar, por ejemplo, usar palabras claves.