Los guayaquileños acudieron a las iglesias para bendecir los arreglos en el Domingo de Ramos. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO
Cecilia Yánez tenía 7 años cuando su madre le enseñó a tejer los pedazos de palma. Así le ayudaba a armar los arreglos que vendían cada Domingo de Ramos en familia.
Este año, ella sola armó 100 para venderlos en USD 1 y 0,50, afuera de la basílica de La Merced, en el centro de Guayaquil. “Tienen rosas, claveles, romero, manzanilla, bambú, ilusión…”, contaba mientras los arreglaba en una gaveta plástica, la mañana de este domingo 20 de marzo del 2016.
Junto a ella, sus hermanos, tíos, primos, hasta su hija menor, intentaba atraer a los fieles que se dirigían a la iglesia. Desde temprano, cientos de personas coparon los templos católicos del centro de la ciudad para escuchar la misa que marca el inicio de la Semana Santa.
Olga Benítez caminó lentamente hasta llegar a una imagen de Cristo crucificado, que reposa cerca del pórtico. Sobre ese altar dejó su ramo e inclinó su cabeza en una larga oración. “Cada año vengo a recordar que Jesús dio todo por nosotros”, dijo la mujer de 82 años.
Durante la eucaristía, dos feligreses relataron los padecimientos de Jesucristo camino al Gólgota, según uno de los evangelios. Luego todos se unieron en una plegaria, de rodillas, y al final elevaron los ramos para recibir la bendición.
En las calles aledañas, decenas de vendedores también esperaban una bendición para encontrar más devotos. Iban y venían con pesadas lavacaras repletas con ramos diversos, marcados con estampitas de santos y vírgenes.
El calor de la mañana enrojeció el rostro de Rosa Yachilema. Ella madrugó para viajar desde Ambato con un cargamento de ramos. “Vinimos algunos vecinos para ganar algún ingreso ahora que la situación está difícil”, contó mientras hacía una pausa al pie de la avenida 9 de Octubre.
Cruzando la vía, a la altura de la calle Pedro Carbo, otro grupo de feligreses se amontonaba en la iglesia San Francisco. Los ventiladores funcionaron al máximo desde los pilares rodeados por sagrarios.
“Nadie da la vida por su hermano sino aquel que lo ama -decía el sacerdote-. Y Jesús nos ama con todo el corazón. No tenía nada más que dar, porque hasta la última gota de su sangre la derramó para lavar nuestros pecados”.
Todas las bancas estaban copadas, así que Calixto Larrosa tuvo que escuchar la misa de pie. “Es un sacrificio mínimo en comparación con lo que padeció Jesús”, dijo el hombre, quien llegó desde la provincia de Los Ríos para participar, por la tarde, en la procesión de Jesús del Gran Poder.
Un manto rojo y amarillo descendía desde la cúpula del templo, sobre el altar mayor. Los colores resaltaban la imagen de Jesús del Gran Poder con su cruz de madera.
Por cuarto año consecutivo, la Comunidad Franciscana de Guayaquil y radio San Francisco organizan este acto de fe masiva, como explica Aída Macas, una de las organizadoras. “Esta tradición tiene 33 años en Guayaquil, pero antes solo se hacía un recorrido corto y en algunas parroquias”.
Para la tarde de este domingo esperan convocar a unos 10 000 fieles. Durante la mañana ya sumaban 70 cucuruchos y verónicas quienes recorrerán las calles Vélez, Chimborazo, Baquerizo Moreno, Luis Urdaneta, Lorenzo de Garaycoa, 10 de Agosto, 9 de Octubre, hasta llegar a la plaza San Francisco, donde se hará una misa campal.
“En el Viernes Santo es muy tradicional el Cristo del Consuelo, pero el Domingo de Ramos abre las puertas de la Semana Santa con Jesús del Gran Poder -cuenta Enrique Albán, otro organizador-. Nosotros le acompañaremos con esa cruz que lleva sobre sus hombros”.