Catzuquí de Velasco es uno de los barrios que aún no cuenta con el servicio. Fotos: Diego Pallero / EL COMERCIO
Es algo habitual, a lo que pocos le dan importancia. Pero abrir el grifo y tener agua potable lista para beber es, para algunas personas, un lujo.
Hasta hace dos meses, Angélica Brito recolectaba el líquido en una cisterna y, para bañarse, llenaba una olla y la ponía a calentar en la cocina. Nunca se había bañado en una ducha donde, solo con girar una llave, cae agua caliente.
Lavar la ropa era un martirio que le significaba un constante dolor de espalda. Eso cambió. Hoy tiene ducha eléctrica, y hasta una lavadora.
La mujer de 33 años vive en Tenerías, en el noroccidente. Para llegar a su casa se debe cruzar un camino angosto de tierra sin nombre que corona una montaña, por La Roldós.
En la parte alta hay unas 700 casas regadas en la loma. Allí se ubican además Catzuquí de Velasco y Leticia. También están Catzuquí de Moncayo, Freire Mena, Uyachul, Rundupamba y San Vicente.
En el barrio Tenerías, la comunidad ya cuenta con agua potable todos los días. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
Son barrios donde la población aún vive de la agricultura, donde los niños juegan en los potreros, y donde la gente aprendió a vivir sin agua. Esa zona es beneficiaria de una nueva red de agua potable que llega directamente a 9 000 habitantes, y a unos 25 000 moradores de barrios cercanos.
El agua que ahora reciben sale del río Mindo, en la reserva ecológica Yanacocha. Marco Antonio Cevallos, gerente de Agua de Quito, explica que como no había vías carrozables, los materiales fueron llevados por aire, con 52 viajes de un helicóptero. La nueva red tiene 40 km y cuenta con un sistema de bombeo. El agua debe superar un desnivel de 400 metros.
Tener agua, para Jimena Collahuazo, es una bendición. Recuerda que de niña, su madre colocaba tinas en el patio para que la lluvia las llenara de agua, y el sol la calentara. Allí la bañaban junto a sus hermanos. Con agua, dice, la vida se le facilitó.
Ya no debe trastornar agua en baldes ni utilizar un recipiente para arrojar agua en el inodoro luego de usarlo. Al fin, dice, se puede bañar a diario.
Hay zonas cercanas, que también serán beneficiarias, pero donde el servicio aún no llega. Una de ellas es Uyachul, un pequeño poblado, a 15 minutos de El Condado, donde el agua llega a cuentagotas.
Jaime Caiza, de 55 años, recuerda que años atrás debían recoger el líquido en pomas en una vertiente montaña abajo, en la Cooperativa San Gregorio. Subían el líquido al hombro o, en el mejor de los casos, con la ayuda de un burro.
En esa zona la minga es una constante. A punte pico y pala, abrieron zanjas y colocaron tuberías para disponer de agua.
Caiza solía recolectar agua en un tanque y dos recipientes colocados en la terraza de su mediagua, pero en el terremoto del 2016 se rompieron.
Hay veces en los que el agua se va hasta por 15 días. Cuando regresa el agua, la noticia estalla en la comunidad. “Ya hay agua”, gritan los vecinos para alertar al resto y todos salen a los patios a abrir los grifos y recolectar el líquido. Entonces se lava la ropa, se llenan tinas, ollas, baldes, hay satisfacción.
Esa semana recibieron agua solo el martes. Caiza conoció que se inauguró una red de agua para la zona. Cuando escuchó la noticia corrió a abrir la llave, pero al manipular el grifo, solo salió aire.
Janet Cajas, de 40 años, y Dalia Montenegro, de 45, moradoras de Catzuquí de Velasco, aseguran que han pasado hasta tres semanas sin agua. Hay familias que se quedan sin reservas y deben ir de casa en casa suplicando les regalen un poco del líquido. Piden a la autoridad que el agua les llegue.
Personal de la Epmaps explicó que el suministro se extenderá de manera progresiva.
El servicio de agua potable en Quito alcanza al 99,28% de la población. Cevallos explica que de los 2,5 millones de habitantes, hay cerca de 25 000 personas que aún no tienen el servicio, principalmente porque son barrios ilegales ubicados en zonas de difícil acceso, como los altos del Ilaló y algunos barrios de Tumbaco, Calderón y San Antonio.
Atender esas zonas es complejo, sobre todo en verano, por la topografía del terreno, y porque en esos meses, el resto de la población consume más cantidad de agua y se vuelve insuficiente. De allí la importancia de bajar la demanda.
Quito consume 8 000 litros por segundo. Tomando en cuenta el crecimiento de la ciudad, se necesitan 120 litros por segundo adicionales cada año, para mantener los mismos niveles de cobertura y calidad. Para lograrlo se construye el proyecto Chalpi Grande Papallacta, que aportará con 2 200 litros por segundo y estará listo en 4 años. Agua de Quito invierte entre USD 40 y 50 millones al año en ampliación de redes. Su presupuesto total es de USD 180 millones.
En San Antonio de Pichincha también hay barrios con problemas en el servicio. Cevallos explica que se está construyendo un proyecto el Acuífero del Condado que va a servir al sector norte con agua subterránea. Va a incrementar 100 litros por segundo adicionales para la zona. Estará terminado a finales de año.