La Interoceánica es la vía principal de acceso a Cumbayá. En horas pico, la fila de autos congestiona la movilidad. Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO
Era tierra de haciendas, de cultivos, donde escaseaban las casas y abundaban las zonas verdes. En 30 años se convirtió en uno de los sectores residenciales más apetecidos por el mercado, donde el m² de construcción puede llegar a costar USD 4 000.
Hoy, Cumbayá tiene uno de los cuatro sectores más contaminados por combustión fósil del Distrito, en gran medida, por el incremento del parque automotor, que va de la mano con el aumento de proyectos habitacionales. El círculo vicioso es más casas, más autos y más contaminación.
Un informe de la Secretaría de Ambiente del Municipio reveló que este valle ya se codea con sectores donde históricamente el esmog ha teñido de gris paredes, cortinas y muebles de sala.
El monitoreo se realizó en horas pico entre las calles García Moreno, Manabí y la Vía del Ferrocarril.
Se obtuvo que en ese lugar y en 500 metros a la redonda se sobrepasaron los 40 microgramos de NO2 (dióxido de nitrógeno, contaminante emitido por vehículos) por m³, que establece la norma , pues llegó a los 45.
Liliana Lugo, directora de Políticas y Planeamiento Ambiental de la Secretaría de Ambiente, explica que el NO2 no se considera un problema agudo, pues solo excede la norma en ciertos horarios y sectores.
Para entender mejor el nivel de contaminación en el valle, explica que hay dos normas que se utilizan para realizar la medición. El promedio en horas y el promedio anual. En el primero, el límite de NO2 es 200 microgramos, límite que en ningún sector de la ciudad y en ningún horario se sobrepasa. Sin embargo, el límite para el promedio anual es de 40. Allí aparece el exceso.
Para Gustavo Valdez, presidente de la Junta Parroquial de Cumbayá, el problema es el resultado del auge urbanístico del sector, que se dio a partir de la década de los 80, cuando las haciendas desaparecieron y afloraron las urbanizaciones.
Las 2 700 hectáreas de Cumbayá y las 612 de Lumbisí pertenecían a haciendas como Santa Inés, Santa Lucía, La Mandarina, Auqui Grande, San Francisco…
Hoy, en su lugar existen más de 20 urbanizaciones y unos 60 conjuntos residenciales. Dato curioso: el 75% de la población está en urbanizaciones de élite, donde hay 2,7 autos por casa, es decir existen cerca de 20 000 autos.
Cumbayá pasó de tener
10 000 habitantes en los años 70 a contar hoy con cerca de
75 000, tomando en cuenta los 40 000 flotantes.
El apogeo de la construcción hizo del valle un sector donde se puede trabajar, por lo que llegan personas de otras parroquias.
La gastronomía es otro de los atractivos de la zona. Solo en las ocho manzanas del centro hay más de 60 restaurantes. Además, hay seis centros comerciales que atraen a gente que llega en auto propio. Para Juan Ruiz, morador de la
zona, la carencia de transporte público es otro de los problemas.
Solo cuentan con las unidades del recorrido Quito – El Quinche y cuatro operadores pequeños. “Si se me daña el carro, debo salir en taxi”.
De allí la importancia de ejecutar proyectos como Quitocables y la Solución Guayasamín, según Valdez.
Para Verónica Arias, secretaria de Ambiente del Municipio, es importante comparar las cifras con las de otras ciudades como México, Santiago y Bogotá, donde se maneja el rango de precaución y alerta.
Si en Cumbayá se alcanzan 45 microgramos en hora pico, en Chile, se llega a más de 100. “Hay días en los que no se pueden encender fuentes industriales y los autos tienen una mayor restricción”.
Esto a pesar de que en metrópolis grandes, como Santiago, el combustible es de mucha mejor calidad que el que se comercializa en Quito.
Ese es, según Lugo, otro de los problemas. La recomendación según la OMS es que el combustible no sobrepase las 50 partículas de azufre por millón. Pero la normativa en el país admite hasta 500.
“Se sale de las manos del Municipio. Pese a esas condiciones de calidad del combustible y del aumento del parque automotor, Quito ha mantenido su calidad de aire”, señaló Arias.
La funcionaria explicó que los niveles de alerta, alarma y emergencia se dan con concentraciones mayores a 1 000, 2 000 y 3 000 microgramos por metro cúbico en una hora, lo que no ocurre todavía.