El IMP cambia la cubierta de esta casa, ubicada en la calle Imbabura. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO
La densidad poblacional en el Centro Histórico de Quito decrece a un promedio de 2,2% cada año, según la información del Instituto Metropolitano de Patrimonio.
Si los habitantes de este sector continúan abandonando sus casas a ese ritmo, para el 2040 vivirán allí únicamente alrededor 25 000 personas, cuando su capacidad es para cerca de 70 000, un fenómeno conocido como gentrificación.
Esto es común en espacios similares. Conservar la belleza arquitectónica es costoso y las facilidades, espacios públicos, movilidad y servicios tienden a ser de menor calidad que en el resto de la ciudad. Esto se convierte en un problema para sus habitantes que terminan por buscar otros sitios para vivir, explica Jacobo Herdoíza, secretario de Territorio, Hábitat y Vivienda del Municipio.
Para contrarrestar la salida de habitantes del área, el Cabildo capitalino prepara un Plan del Centro Histórico, que contará con una ordenanza para normar de forma integral varios factores en esta zona, entre ellos el tema de la vivienda.
Santiago Orbea, coordinador de este proyecto, explica que se trata de un trabajo coordinado entre el Instituto Metropolitano de Patrimonio, la Administración Zonal Manuela Sáenz y el Instituto Metropolitano de Planificación Urbana. En conjunto, están analizando la Ordenanza 260, del 2008, que fue elaborada con base en estudios para el Centro Histórico, que ofrece una normativa especial para zonas patrimoniales y que es la que actualmente rige el sector.
De acuerdo con el diagnóstico que se elaboró para el nuevo plan, los vecinos dejaron el Centro Histórico por varias causas, entre ella los altos niveles de contaminación ambiental en el sector, por el aumento en el comercio y por la percepción de inseguridad que aumenta por la falta de ocupación en el sector.
A estos factores, Herdoíza agrega los problemas que causa la accesibilidad reducida, pues hay calles angostas y algunas únicamente de uso peatonal. En este punto también influye el poco acceso a parqueo privado y la falta de política pública centrada en estimular proyectos de vivienda, con asistencia técnica y financiamiento. Herdoíza señala que el mercado inmobiliario tiene una presencia prácticamente nula en el sector.
Actualmente, existen al menos cuatro predios listos para invertir en vivienda dentro del área. Dos están en San Sebastián, dos entre El Sena y La Recoleta y uno en La Loma. Entre los cinco suman 165 unidades de vivienda y 6 410 metros cuadrados, según la Secretaría de Hábitat y Vivienda.
El problema del despoblamiento de centralidades es común en América Latina, según el catedrático de la Flacso, Marco Córdova. Él afirma que conforme se degrada el espacio público, también se genera una degradación espacial y eso merma su atractivo como áreas residenciales. En cambio, tienden a proliferar ofertas de vivienda con servicios nuevos, que atraen a la población. Este fenómeno, según Córdova, empezó décadas atrás en Europa y solo puede revertirse si se aplican políticas focales e inversiones privadas. Así se frenaría de cierto modo la renovación de uso de suelo.
El nivel de ocupación varía según las zonas en el Centro Histórico de Quito. Orbea detalla que en el núcleo donde están plazas como la de la Independencia y San Francisco, por ejemplo, hay más espacios de comercio y de oficinas, además de las obras monumentales que son de atractivo netamente turístico y religioso.
En cambio, en otros barrios como San Roque, San Marcos, La Chilena, La Tola o La Loma, hay mayor densidad poblacional (ver mapa).
Según Córdova, esto sucede porque si bien en Quito ha habido una política importante de rehabilitación del Centro Histórico en las últimas alcaldías, el tema de la vivienda no ha sido una parte integral.
Al respecto, Herdoíza cita el ejemplo de la alta ocupación de casas en calles como la Imbabura, Cotopaxi o Chimborazo, pero en condiciones precarias y de hacinamiento.
Por ello, el reto es una inversión para mejorar las condiciones de habitabilidad y lograr que quienes aún viven en la zona se queden. De lo contrario, las centralidades históricas pierden su naturaleza porque a medida que la gente se va, la dinámica cotidiana varía y los convierte en espacios muertos o simbólicos.