Nelson Guaranga es el padre de los dos niños que fueron atropellados en una esquina de Carcelén, mientras esperaban un taxi. Él cuenta su desgarradora experiencia.
“Desde el domingo 24 de junio, mi vida se quedó vacía. Tengo 26 años y un accidente de tránsito terminó con los dos regalos que Dios me dio: mis hijos Kevin y Nanta.
Todo pasó en segundos. A las 13:00 estábamos en la esquina de la av. Galo Plaza y Juan de Selis, en el norte. Íbamos a visitar a un amigo. Yo trabajo mucho, soy mecánico industrial, no tengo horarios fijos, por eso procuraba dedicarles todo mi tiempo libre.
Estábamos parados unos cinco minutos, esperábamos un taxi. Mi niño estaba subido en un cerramiento, la nena jugaba. Escuché que las llantas de un carro se arrastraban sobre el pavimento. El vehículo venía a toda velocidad, no me dio tiempo a reaccionar. Ni siquiera pude cogerle a mi hijo que estaba a un metro. No pude hacer nada por él. Luego de que el jeep nos impactó me levanté y vi a mi niño entre la pared y el vehículo.
De la desesperación me agaché y quise cogerle de los pies, pero fue en vano: falleció al instante. La nena estaba tendida en un jardín y mi esposa estaba con las piernas debajo del vehículo. Yo también estaba herido, trataba de no perder el conocimiento, quería mantenerme con ellos”.