Sobre la empedrada calzada de la calle Juan de Dios Morales, conocida como La Ronda, hay cinco figuras de rayuela. Están hechas de plástico y son de varios colores. Juguemos en La Ronda y Manos en La Ronda son dos de los proyectos, que son parte de un plan de renovación de la oferta turística matutina, en el Centro Histórico.
Karla Guamán, de 11 años, tiene en su mano el tillo de una botella de vidrio. Se para frente al primer cajón de una rayuela celeste, lo lanza y empieza a saltar. Con cada brinco su vestido se levanta. La regla es saltar con un mismo pie los siete cajones de ida y de regreso sin perder el equilibrio y sin pisar los límites de cada uno.
La pequeña es una experta. Cuenta que en el patio de su casa, ubicada en el barrio Obrero Independiente, ella y su hermana dibujaron una rayuela con un pedazo de ladrillo que tomaron de la casa de una vecina.
El sol de la mañana capitalina cae con fuerza. Las mejillas de los niños se sonrojan. Sobre sus frentes se nota el sudor por el esfuerzo pero el juego no se detiene.
A lo largo de la calle, desde la intersección con la Venezuela hasta la Plaza Cumandá, cuatro jóvenes de la empresa Quito Turismo permanecen en la calle junto a varios juegos como el sapo, la rayuela, el futbolín, el trompo, las canicas, el tejo, el hula-hula, el balero, tres en raya, entre otros.
Ellos son los encargados de contarles la historia del tradicional sector y recordarles que cuando sus abuelos y padres eran infantes se divertían sin la necesidad de la televisión o de un videojuego.
El trompo y las canicas es lo que más llama la atención de William y Kevin. Miran con curiosidad cómo José Luis Cajo, un morador del barrio, domina el juguete. Lo lanza con fuerza al suelo y el trompo baila, lo enreda con la cuerda y con una rápida maniobra lo sube hasta la palma de su mano. Los niños no quitan la mirada del trompo, que gira sin parar.
En el otro costado de la calle hay dos chicas sosteniendo los extremos de una cuerda. Mientras cantan en voz alta “monja, viuda, soltera, casada, enamorada, divorciada, estudiante, actriz…”, Lizeth Carrera salta la cuerda sin fallar. Da vuelta mientras lo hace. La canción se repite varias veces y la niña de 9 años no falla.
Estas actividades se realizan desde el 21 de mayo pasado, de 09:00 a 17:00. Están dirigidas especialmente a los niños. Se realizan recorridos con escuelas. A partir de las 13:00, la calle se llena de niños que salen de los centros educativos cercanos.
Visten uniforme y dejan sus mochilas en la esquina del arco, bajo la calle Maldonado. Luis Chinachi y su hermana Margoth estudian en la Escuela José Peralta. Ellos viven en Chimbacalle y antes de dirigirse a su casa pasan a jugar en La Ronda.
Desde el pasado martes guardan un porcentaje de su colación para comprar dos bebas (USD 0,30 cada una).
Margoth es experta en el hula-hula. Lo mantiene girando sin problema en su cintura. Se coloca cinco y puede hacerlos girar por más de 10 minutos.
Además de los juegos, quienes visitan la calle pueden conocer a los artesanos que guardan la tradición de sus oficios. Hay una visita guiada por los talleres del sombrerero Luis López y del hojalatero Humberto Silva. Cuando entran al taller de Silva, las niñas miran y tocan las pequeñas cocinas y ollas fabricadas con latón.
Los fines de semana se realizan talleres artesanales de cerámica, velas, dulces tradicionales, reciclaje, entre otros. Así lo informó Catherine Hinojosa, coordinadora de las guías de La Ronda.
Estas actividades se realizarán todos los días hasta diciembre.