Javier Mora y su esposa Amparo Arroyo, quienes trabajaron 15 años en la cadena de Hoteles Solmella, en especial en Marbella. Con ellos su hija, Denna, de 3 años. Foto: Byron Rodríguez / ELCOMERCIO
Jóvenes, adultos y ancianos corren a hacer cola para subir a un trolebús que les lleve desde La Y, en el norte, hasta El Recreo, en el sur.
Es el circuito C1 y al mediodía de ayer, hora pico, los andenes están repletos, mientras ocho trolebuses avanzan despacio hasta que suba la gente y cubra el límite de pasajeros: 200, sentados y de a pie, por unidad.
Los trolebuses están vetustos. Los asientos desgastados. La voz de los usuarios es unánime: “requerimos al menos 20 unidades o más para cubrir el déficit, ya no queremos empujones ni maltratos”. Marisela Marín, jubilada, hace sentir su voz y los otros usuarios que están a punto de abordar la secundan.
Teresa C. (pidió no mencionar su apellido), habitante de la Rumiñahui, mientras espanta el calor usando una revista como abanico, explica que “aunque vayamos como quintales de papas todos, desde el comienzo, le queremos al trolebús, ha prestado su servicio pero ahora debe renovarse”.
Teresa C., considera al servicio del trole mejor que los articulados de la Seis de Diciembre, “porque allí no hay donde poner un alfiler, quizás exagero pero van al tope”.
Marisela y Teresa coinciden en que la mayoría de mujeres, en especial las ancianas, son maltratadas. “Los jóvenes se hacen los dormidos; no ceden los asientos; además debemos cuidar nuestras carteras, duele ver a una madre llevando al niño en brazos y dándose modos para no caer”.
Un chofer de un trole, quien pidió que no lo nombren- cree que si aumentasen 20 o más troles la gente iría más cómoda. “Alrededor de 70 troles por día vienen y van muy llenos”.
En otra fila, los esposos Javier Mora y Amparo Arroyo, treintañeros, recién llegados de España, donde vivieron los últimos 15 años, no pueden dejar de comparar el metro de Madrid con el trole de Quito. “Claro que allá el Metro tiene muchísimos años (alrededor de 100 años), pero aunque los usuarios vayan de pie hay más espacio y se respeta la dignidad de todos, mucho más de las mujeres; ojalá aquí reconstruyan los viejos carros y aumenten más unidades; es cuestión de decisión y presupuesto”.
Mora trabajó en la cadena hotelera Solmella, la cual tiene una gran plaza de trabajo en Marbella. Ahora viene a quedarse, a descansar tras un largo esfuerzo. Subieron a un trole que iba hacia el sur.
Al menos 50 alimentadores, igual llenos, vienen y van hacia San Juan de Calderón, Llano Grande, Calderón y Zabala. El horario: de 07:00 a 22:00. Otros transportan pasajeros desde Los Laureles, la Kennedy y otros populosos barrios.
Johny Guerra, conductor de un alimentario, que llega de Los Laureles, ya ha dado ocho vueltas desde las 05:15 hasta las 12:20. Su turno concluirá a las 13:45. Le reemplaza otro compañero hasta las 22:00.
Guerra, guayaquileño, dice “que se acostumbró al frío de los paisanos (serranos); me siente a gusto, traslado 36 personas sentadas y 25 a pie, desde varios barrios del norte hasta La Y”.
Los locales en el interior del trole, en los que venden salchipapas y alas asadas, café y empanadas, son el refugio temporal para muchos usuarios.
Ellos esperan que pase las 12:00, hora tope de pasajeros, sirviéndose un café o papas fritas.
Antonio Riofrío, carpintero, dice que espera tomar un café antes de subir con su maleta de instrumentos, pasado el mediodía.
Ángela Cárdenas, de Huaquillas, despacha 50 cafés, “calientitos cuando llueve, y unos 20, cuando no cae la lluvia”. Ya lleva cuatro años en el kiosko de la entrada y dos empleados cubren turnos hasta las 22:00.