Los niños desarrollan su motricidad con juegos y tareas en clase. Foto: Evelyn Jácome/ EL COMERCIO
Un niño con hambre no aprende. Podría recibir estimulación al tacto, al olfato, a la vista, pero si no está nutrido, poco o nada logrará retener.
En Quito, las cifras de desnutrición infantil están entre las más altas de la Sierra. Según el Ministerio de Salud, en la capital el 25,4% de los niños tienen desnutrición crónica, es decir están por debajo de la talla y peso ideales para su edad.
Los pequeños que asisten a los 70 Guaguas Centros que maneja el Municipio no son la excepción. María Fernanda Pacheco, presidenta del Patronato San José, explica que la nutrición se ha convertido en uno de los puntos más importantes en el funcionamiento de estos lugares.
En cada Guagua Centro (que recibe a 40 niños) el Municipio invierte al mes USD 6 500, y cerca del 60% va destinado al tema de nutrición y al sueldo de quien está a cargo de la cocina. Pacheco explica que hasta octubre de este año entrarán en funcionamiento 85 guaguas centros y en diciembre se inauguran 15 más para cerrar el año con 100 lugares que brindarán atención a más de
4 000 niños.
Las estadísticas que maneja el Municipio revelan que cerca del 9% de los niños que llegan a los centros lo hacen desnutridos. En el último muestreo que se realizó en 17 centros se hallaron 142 casos con este problema, de los cuales 102 fueron superados y el resto continúa en tratamiento.
Ese fue el caso de Madeleyn de tres años, quien ingresó al Guagua Centro de Chimbacalle presentando un nivel 10 de anemia. El padecimiento lo adquirió cuando estaba en el vientre de Jennifer Muñoz, 21 años, su madre. Desde que nació, era pequeña y delgada.
Hoy, un año luego de estar en el establecimiento, presenta anemia grado dos. Jennifer, quien vive en la Ajaví y trabaja en quehaceres domésticos, espera que en un par de meses esté completamente sana.
Junto a su esposo, quien trabaja en carpintería, agradecen al Patronato por el trabajo que hicieren con su hija. Ambos fueron capacitados para saber cómo alimentar a la niña.
Antes de ingresar al centro, por ejemplo, le daba de desayuno arroz, pensando que así la alimentaba más, pero se equivocaba. La nutricionista del Patronato le explicó que un desayuno debe tener lácteos, pan o cereal y huevo. Hoy Madeleyn está casi en su peso y estatura normal.
En el centro, los pequeños reciben cuatro momentos de alimentación. El desayuno, una fruta en la media mañana, el almuerzo y yogur o galletas de la tarde. Con eso, explica Pacheco, los pequeños han recibido el 76% de la alimentación que deberían consumir en todo el día. Aquellos niños que presentan desnutrición reciben una dieta especial que incluye el 25% más de proteína.
Adriana Mayorga, nutricionista del Patronato, es la encargada de armar el menú de cada día, el cual es equilibrado y que incluye en alimentos andinos ricos en nutrientes.
De las siete personas que trabajan en cada Guagua Centro, cinco son parvularias, una realiza la limpieza y otra prepara los alimentos.
Allí, además, los pequeños aprenden a tener buenos hábitos. De eso da fe Lourdes Quinatoa, madre de Karla, niña de dos años que ingresó al centro de la Ferroviaria con desnutrición y ahora tiene un peso y estatura adecuados.
Su hija aprendió a lavarse bien las manos antes de comer, a lavar las frutas y a comer incluso las verduras de la sopa que antes rechazaba.
Para Liz Haro, nutricionista infantil, la alimentación de un niño en esa edad es clave porque aumenta su capacidad de desarrollo, le da salud física y mental, mejora su concentración y aprendizaje.