Alrededor del mediodía del viernes 17 de febrero el paisaje de La Alameda lucía despejado. La laguna fue vallada desde la víspera para impedir que las personas ingresen a mojarse.
Personal de la Policía Nacional y agentes metropolitanos resguardaban la zona. Incluso patrulleros y motocicletas permanecieron aparcadas dentro del parque.
Sin embargo, cuando a las 13:00 sonaron las sirenas del fin de jornada estudiantil los jóvenes comenzaron a llegar con la intención de lanzarse. Pero se toparon con el lugar cerrado y no les quedó más que entretenerse en los alrededores.
La harina, huevos, anilina y espuma de carnaval fueron los principales artículos usados para el juego. Unos pocos cargaban agua en botellas y buscaban recargarse en los baños del lugar que permanecieron abiertos en todo momento.
Aun así, este año el tradicional juego no se logró. Y solo se pudo observar a grupos que esperaron nerviosos que se abra un espacio para lanzarse al agua.
Eso no ocurrió y la policía desalojó a una docena de secundarios que intentaron acceder a la laguna. “No es justo porque queremos jugar”, alegó María José Pérez.
Y no fueron los únicos. Estudiantes de niveles superiores también se acercaron con la cara pintada para zambullirse en las aguas. Tampoco lo lograron y se mostraron indignados.
“Es un sentimiento que molesta porque no es nada malo, solo jugar”, apuntó Cristopher Cruz. Con media docena de amigos se agruparon para buscar que pileta estaba abierta para ir a mojarse.
Pero cerca del sitio no hubo ninguna. 15 piletas de Quito se cerraron desde el 7 hasta el 22 de febrero para evitar desmanes.
De acuerdo con el Municipio, se trata de evitar daños a los bienes públicos y a la integridad de los ciudadanos.
Además, el daño de cualquier espacio puede terminar en una sanción económica del 50% de un Salario Básico Unificado. Es decir, USD 225 que se cobran a través de un procedimiento administrativo.
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