En San Juan hay calles como la Canadá, en donde se optó por el adoquín. Tiene transversales en piedra y asfalto. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
No importa qué tan experimentado sea un conductor. Cuando el semáforo de la intersección entre las calles Olmedo y Cuenca, en el Centro Histórico de Quito, se pone en rojo en una tarde lluviosa y hay que detenerse, es inevitable sentir la dificultad para ponerse nuevamente en marcha sobre las piedras cuando se enciende la luz verde.
Entre más mojada está una vía empedrada, más complicado es retomar el camino. Situaciones similares se repiten en calles del barrio de San Juan, como la Carchi, Panamá o las vías que van a Toctiuco.
Quito es una ciudad de geografía irregular, por estar asentada en las faldas del Pichincha y otras elevaciones, como el Atacazo, por lo cual las cuestas son comunes en la ciudad.
Debido a esta clase de topografía, hay muchas zonas de cuestas con una gradiente mayor al 10% (10 metros de altura por cada 100 metros de longitud), que según Álex Rivera, gerente de Estudios de la Epmmop, es considerado un nivel alto de pendiente. Así, la calle Galápagos, entre García Moreno y Cuenca, tiene una gradiente del 23%, por lo que está considerada la vía más empinada de Quito.
Estas cuestas pronunciadas son comunes en sectores como San Juan, Toctiuco, la Cima de la Libertad, La Vicentina Baja. Existen otros sectores en el sur, como La Ferroviaria o Chilibulo; y en el norte, como La Pulida y La Florida Alta, con pendientes altas. Sin embargo, en estos sitios la mayoría de vías tiene asfalto o adoquín.
Según el consultor en movilidad Roberto Custode en el pasado las vías de este tipo se cubrían con piedra porque la maquinaria no permitía poner el asfalto, pues era difícil hacerlo. “Pero la piedra se vuelve jabón, más cuando llueve, y aunque bajes lento, un frenazo te descoloca”. Ahora, la maquinaria está habilitada para poner material más seguro y por eso se ha decidido reemplazar piedra por asfalto en calles como la Bosmediano (norte).
Sin embargo, en otras zonas de la ciudad, como en el Centro Histórico o en Guápulo, la piedra no puede ser sustituida, ya que esta forma parte de los bienes inventariados dentro de la Declaratoria que hizo la Unesco sobre Quito, como Patrimonio Cultural de la Humanidad. Eso incluye edificaciones y espacios públicos como calles y plazas en un perímetro de 71,32 hectáreas, más un área protegida de 304,82 hectáreas, según el Instituto Metropolitano de Patrimonio (IMP).
Estas vías no deberían recibir alto flujo vehicular, porque la tracción de las llantas deteriora o desprende las piedras. Debido a que la posibilidad de limitar su uso es mínima, el IMP hace mantenimiento tanto de piedras como de la base.
Rivera indica que el diseño actual de pavimentos permite que se ponga cualquier material en las vías, sin importar su inclinación, si se toman precauciones. Pero aclara que el asfalto es la mejor opción.
En el caso de cuestas, siempre debe haber un tratamiento especial, porque cuando un vehículo está circulando, se detiene y vuelve a salir, genera un rozamiento adicional. Esto causa corrimientos en el asfalto o desprendimiento de adoquines de piedra o de cemento.
Para el caso del asfalto, se requiere de un diseño de la mezcla asfáltica más gruesa. La brea debe estar bien diluida y los agregados (ripio) deben ser más grandes. Cuando se trata de adoquines o piedra, se deben colocar bermas (muros) en el centro de la vía, para garantizar mayor ligadura. Estos
últimos se recomiendan para vías de menor carga vehicular.
En materia de seguridad vial, de preferencia una cuesta no debería ser de doble vía, según Custode. Si un vehículo baja por la pendiente y pierde el control, tiende a cambiarse de carril y podría impactarse con el auto que sube. Pero hay vías que no tienen una alternativa.
Por ello, además de respetar los límites de velocidad, existen mecanismos de control, como reducción del ancho de la vía, semáforos, señalética, resonadores (bandas) o reductores de velocidad virtuales (pintura) o físicos para reducir la accidentalidad.
En contexto
Las vías empinadas abundan en Quito, por su ubicación en medio de accidentes geográficos. Aunque técnicamente es posible recubrir esas calles con piedra, adoquín o asfalto, la tercera opción es la más segura, porque facilita el agarre de las llantas.