El momento de mayor angustia se produce durante el temblor. Foto: Galo Paguay/ EL COMERCIO.
Con un botiquín de primeros auxilios a un lado de su cama, Samanta Espinoza no logra conciliar el sueño por la preocupación de que se repita un temblor más fuerte.
Desde que ocurrió el segundo temblor, deja sus zapatos listos para ponérselos en el caso de que deba salir corriendo, no cierra la puerta de su cuarto por el temor a quedarse encerrada y obliga a sus hermanos a que tampoco lo hagan.
La ansiedad e incertidumbre son algunos de los efectos psicológicos que se experimentan en mayor o menor medida después de un movimiento telúrico. El miedo a que esté se repita y la imposibilidad de saber cuando volverá a ocurrir puede causar un estado de intranquilidad durante varias horas, inclusive días.
A Valeria Pérez los temblores no le causan temor ya que sabe que en algún momento llegarán a su fin. Por otro lado, su esposo no lo toma de la misma manera. Minutos después del primer movimiento de la tierra, empezó a llamar a su familia, a correr intranquilo por todos lados e inclusive hizo maletas para que los dos viajen fuera de Quito. Además el dolor de cabeza perduró durante todo
Una vez que pasa el temblor y se miden los daños, según el psicólogo Francisco Chahin, se puede caer en dos estados que son el de resiliencia o el estrés post traumático. El primero se caracteriza por esforzarse hacia una rápida recuperación y retomar las actividades diarias. El segundo, por el contrario, provoca un estado de alerta constante, nerviosismo por eventuales réplicas, problemas de insomnio y una sensación de que el piso está temblando, cuando realmente no lo está.
Según un estudio de Servicios de Salud Mental de la Secretaría de Salud en México entre el 2,5 y 3,5 de los afectados puede sufrir de estrés postraumático después de un sismo fuerte.
Para Pablo Peña el momento de mayor angustia se produce durante el temblor ya que en ese instante la confusión invade su pensamiento y la única respuesta que asume es quedarse quieto en el lugar que se encuentra hasta que el movimiento termine.
Durante estos segundos o minutos se genera un estado psicológico de inseguridad como lo explica Chahin, ya que no se puede saber si se trata de un sismo leve o si irá incrementando en potencia y duración. Esta incertidumbre posiciona a la persona en un estado de alerta por lo que busca ir a un lugar seguro hasta que la situación vuelva a la normalidad.
El problema se da cuando el estado de alerta pasa un segundo plano, ya que puede predominar el estado de pánico el cual bloquea las acciones generando nerviosismo, gritos y desorientación. Es por esto que el psicólogo afirma que es necesario mantener la calma para no tomar malas decisiones. El pánico puede apoderarse de las personas evitando que razonen y pierdan el control de sus acciones o se olviden de ir en ayuda de quien la necesita.
En un período de dos a tres horas, el 50% de las personas superan el estrés que causa un fenómeno natural logrando afrontar la situación, según Jorge Álvarez, miembro de la Faculta de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
En caso de que la sensación dure más de un mes después del suceso, Chain recomienda recurrir a la ayuda psicológica para poder exteriorizar las sensaciones que causó y sigue causando el hecho. Es necesario hablar del tema oportunamente y tomar medidas preventivas que hagan que se sienta más tranquilo y preparado para responder ante estas situaciones.