El ‘Grito de la memoria’ marca nueva polémica

Mural 'Grito de la memoria' en la Fiscalía General del Estado. Foto: Alfredo Lagla / EL COMERCIO

Mural 'Grito de la memoria' en la Fiscalía General del Estado. Foto: Alfredo Lagla / EL COMERCIO

Mural 'Grito de la memoria' en la Fiscalía General del Estado. Foto: Alfredo Lagla / EL COMERCIO

Los murales nunca han estado alejados de la polémica política. El que se inauguró el miércoles en la sede de la Fiscalía General del Estado, autoría de Pavel Égüez, que tituló ‘El grito de la memoria’, tampoco es la excepción.

Es algo que bien lo pudiera recordar Oswaldo Guayasamín, quien falleció en 1999. Su obra ‘Imagen de la Patria’ que se encuentra en el Palacio Legislativo, fue también objeto de críticas. No todas tenían un fundamento estético, sino político. Sobre todo porque en uno de los paneles está una referencia a la CIA.

A Égüez le ocurre algo parecido y lamenta que no se trate de “comprender una obra de arte” sin el necesario componente político. Pero también reconoce que es algo difícil de hacer porque el muralismo latinoamericano siempre se ha comprometido con la realidad.En su caso, es un homenaje a las víctimas de las violaciones de los derechos humanos, tanto en el país como en el continente.

¿Cuál es, entonces, la crítica a la obra de Égüez? Pues de tener al expresidente ecuatoriano León Febres Cordero junto a dictadores latinoamericanos emblemáticos por delitos de lesa humanidad, como Rafael Videla (Argentina), Augusto Pinochet (Chile), entre otros.

Eso molestó a algunos sectores, sobre todo al socialcristianismo. Jaime Nebot, quien tuvo una larga polémica con sectores de Alianza País por el busto en honor a Febres Cordero en Guayaquil. Según el Alcalde de la urbe porteña, no le deja de “sorprender la capacidad de odio y sectarismo”.

Su argumento es que el expresidente no fue dictador ni militar sino elegido democráticamente. Además, “no se lo ha condenado judicialmente por violación a los derechos humanos”. En el mismo sentido se pronunció el asambleísta Luis Fernando Torres (Cambio, PSC y Creo): “Es ofensivo a la memoria democrática”, dijo.

“A la democracia oligárquica”, sostiene Égüez. Su explicación es que no está junto a los dictadores, sino que está en un marco que se cae. “Hay que remitirse a la historia: Ecuador construyó una democracia en la que quedaron muchas respuestas sin responder”.

A Égüez le llevó más de un año el trabajo de esta obra que, además, simbólicamente le satisface porque en la actual Fiscalía, antes funcionaba la Embajada de Estados Unidos. Y, para seguir la tradición de Guayasamín en su mural de la Asamblea, levantado en 1988, también alude a la CIA y su apoyo a la denominada Operación Cóndor durante las dictaduras de los años 70 y 80.

La obra tiene tres partes fundamentales: la primera, que alude a violadores de DD.HH.; la segunda, tiene un hombre y una mujer objetos de la tortura; en la tercera, los colectivos e individuos que simbolizan tanto a las víctimas del Estado como a los que lucharon a favor de los derechos humanos, como Jaime Roldós, las madres de Plaza de Mayo, la familia Restrepo.

“La obra simboliza la lucha en contra de la impunidad y la exigencia de verdad y justicia”, afirma Fabián Jaramillo, director de la Comisión de la Verdad de la Fiscalía. Por eso, afirma que en el dibujo hay personas sin cartel alguno “y que puede ser cualquier persona del mundo”, también puede ser una prevención ante cualquier persona que quiera violarlas, aspira Égüez.

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