El Presidente electo de EE.UU. se abre frentes y se rodea de representantes de la ultraderecha. Foto: Agencia AFP
Desde la orilla de político ‘antisistema’, en la cual convenientemente se ha colocado, Donald Trump aparece muy decidido a imponer sus ideas y seguir su camino, sin importar si se abre numerosos frentes. Evidencia, además, que sus ofertas electorales no eran pura fanfarronería para sumar votantes. Muy al contrario: da los pasos para sacar adelante gran parte de ellas, a como dé lugar.
“Él nunca quiso ser el presidente de Estados Unidos, sino su zar”, ha sintetizado en declaraciones a la cadena CNN Michael D’Antonio. Este es el autor del libro ‘La verdad sobre Trump’.
Por ello, existen razones de peso para temer que el magnate y exdirector del ‘reality show’ ‘The Apprentice’ (‘El Aprendiz’) no está considerando del todo los impactos que sus decisiones pudieran tener en el corto, mediano y largo plazos. O quizás sí.
El futuro inquilino de la Casa Blanca, que ha sido designado como el personaje del 2016 por la revista estadounidense Time, por ejemplo, ha tenido un desafortunado ‘estreno’ en política exterior.
A pocas semanas de su posesión, que será el 20 de enero del 2017, ha provocado un roce con China, la segunda economía del planeta y el mayor acreedor de EE.UU., que posee bonos del Tesoro estadounidense por 1,24 billones de dólares, según un reporte de este año de la agencia Bloomberg. Ha ocasionado el ‘impasse’ por una en apariencia ingenua conversación telefónica con Tsai Ing-wen, presidenta de Taiwán.
El Gobierno de Pekín, lógicamente, envió una protesta formal a Washington por la llamada, que -todavía no está claro, aunque es posible- pudiera significar un giro en la política de EE.UU. hacia China, que considera a Taiwán como “una provincia rebelde” y parte de su territorio. La prensa oficial china, asimismo, cargó con todo en contra del ‘novato’ Trump.
Pero el Mandatario electo, en lugar de bajar el nivel de las aguas, convirtió a Twitter en la trinchera para atacar al gigante asiático. Y lo acusó de manipular su divisa -el yuan– para lograr ventajas comerciales y de militarizar el Mar del Sur de China.
Las repercusiones del enorme ‘chasco’ alrededor de Taiwán han opacado otros pasos en falso que ha dado en estos días el sucesor del demócrata Barack Obama. Así, ha dialogado por teléfono con el polémico gobernante de Filipinas, Rodrigo Duterte, a quien ha invitado a la Casa Blanca y, tácitamente, lo ha felicitado por su controvertible programa de ‘exterminio’ de los traficantes y consumidores de drogas, que se ha cobrado más de 4 800 vidas en casi seis meses. También se ha congratulado con los “éxitos’ del gobierno de Nursultán Nazarbáyev, el autócrata que gobierna Kazajistán desde la desaparición de la Unión Soviética.
Pero, ¿qué se puede esperar de la administración del magnate? En el diario The Washington Post, el columnista Dana Milbank ensaya una respuesta. En el artículo de opinión titulado ‘La única política consistente de Trump: el caos’, incluso lanza esta pregunta poco retórica: ¿EE.UU. se está convirtiendo en un Estado delincuente?
Milbank añade: “La pintura doméstica no es menos caótica. Él hizo una campaña contra Goldman Sachs como un símbolo de corrupción y ahora integra su equipo de colaboradores con banqueros de Goldman”.
En efecto, con la integración de su futuro Gabinete, Trump deja flotando en el aire un cúmulo de inquietudes. Solo basta revisar las hojas de vidas de seis de ellos (ver fichas adjuntas), para que los observadores, analistas y activistas de los derechos humanos y en favor del medioambiente enciendan las alarmas y anuncien protestas. Así, los ambientalistas se alistan para combatir al Mandatario electo, quien anunció el nombramiento de Scott Pruitt, un defensor de las empresas y de los combustibles fósiles para dirigir la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés).
Michael Brune, director ejecutivo de Sierra Club, uno de los grupos ambientalistas más grandes, con 2,4 millones de miembros, incluso lanzó una advertencia. “Si Trump intenta retroceder en la protección del medioambiente y el cambio climático, se topará con una maraña de gente organizada que lo combatirá en los tribunales, en el Congreso y en las calles”.
En la misma línea que Milbank, en el diario The New York Times, el analista Paul Krugman advierte que los votantes -en especial los blancos de las clases media y baja-, que fueron seducidos por las ofertas del multimillonario, ya empiezan a ser traicionados. “La evidencia de esa traición inminente se hace obvia en la elección de figuras corporativas y antitrabajadores para puestos claves”, dice. Y advierte de otro riesgo: “Preocupa que la administración de Trump haga lo que los gobiernos autoritarios hacen a menudo para desviar la atención de un mal desempeño: buscar un enemigo”.
El pronóstico de Krugman coincide con el nombramiento del millonario Andy Puzder al frente de la Secretaría de Trabajo en la futura administración. Puzder dirige un emporio de 3 750 restaurantes dentro y fuera de EE.UU., con más de 75 000 empleados. Y ha ganado notoriedad por su defensa de los intereses de los empresarios y su postura contraria a la elevación de los sueldos.
Asimismo, analistas de Project Syndicate, un reconocido portal, trazan un panorama más lóbrego de lo que pudiera ser el mandato del republicano. A tal punto que, en una columna, plantean esta inquietante pregunta: ¿Trump es el final de Occidente? Y explican sus temores: La victoria del político ‘antisistema’ ha inaugurado un período de incertidumbre en una escala que el Hemisferio Occidental no experimentaba desde la Segunda Guerra Mundial.
Como sea que se lo catalogue y sin tener ninguna certeza sobre el estilo que imprimirá a su administración, con su victoria en las elecciones del pasado 8 de noviembre, el magnate neoyorquino -un neopopulista antiglobalización- ha hecho añicos el status quo de la historia de EE.UU. Está por verse si pulverizará algo más de la que se considera la mayor democracia del planeta.