La creciente preocupación de los habitantes de la capital frente a la insólita cantidad de incendios forestales que se han producido en estas semanas –y que una lluvia providencial logró atenuar estos días-, ha tenido una respuesta oficial que puede entenderse desde la necesidad de cuidar la imagen del Cabildo, pero no es una buena manera de enfrentar un problema.
Si el Municipio tiene normativas para cuidar las laderas debería ejecutar esa política con más rigor y eficacia, no solo para prevenir los incendios sino para cuidar el bosque protector de una ciudad que cada vez tiene menos espacios verdes. Basta un vistazo desde cualquier punto de la ciudad para comprobar la cotidiana agresión que sufren las laderas por la tala de árboles y las invasiones ilegales que destruyen el ambiente y sirven para hacer clientelismo electoral con sectores necesitados de tierra y vivienda.
Tampoco se entiende por qué en situaciones menos dramáticas como las del domingo pasado sí se han aplicado estrategias de emergencia, mientras esta vez, con una ciudad asfixiada por una serie de incendios simultáneos en distintos puntos y acosada por más de 800 siniestros en lo que va de la temporada, las autoridades no tomaron decisiones más drásticas y de fondo para evitarlo.
Con declaraciones oficiales de que “la ciudad no está desprotegida” no es suficiente. Si, como dice el Alcalde, se trabaja en conjunto para enfrentar las consecuencias de los incendios forestales que afectan a la capital, con personal especializado, equipos y logística del Municipio de Quito, Policía Nacional, Primera División del Ejército Shyris, Cuerpo de Bomberos y Aeropolicial, que trabajan integrados, los habitantes de Quito deberíamos comprobar, en los hechos, que así sucede.