Esta imagen del lado sur del volcán Cotopaxi fue captada desde el Paso Lateral de Latacunga. El coloso emite vapor de agua, con gas. Foto: Armando Prado / EL COMERCIO.
El miedo, la desesperación, el estrés y el nerviosismo por el proceso eruptivo del volcán Cotopaxi afectan a los habitantes de Latacunga. El posible descenso de lahares es una de las principales preocupaciones en las familias.
Javier Erazo, sicólogo educativo de la urbe, dice que estos síntomas emocionales inciden en las actividades cotidianas de la población. Los más afectados fueron los vecinos de los barrios, ciudadelas y urbanizaciones, ubicadas en las riberas de los ríos Cutuchi, Aláquez y Pumapunchi, donde se levantan más de 6 000 viviendas.
Según el Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional y la Secretaría de Gestión de Riesgos (SGR), por estos drenajes naturales descenderían los flujos de lodo, piedras y escombros.
Erazo comenta que el temor se apoderó desde la mañana del sábado 15 de agosto. Ese día, se hizo una evacuación temporal de la población. Las sirenas comunitarias de los barrios y del Aeropuerto Internacional de Cotopaxi comenzaron a sonar de forma incesante.
“Ese sábado se demostró que Latacunga no estaba preparada para una posible evacuación. Algunas familias no sabían qué hacer, algunos corrían en las zonas de riegos con sus hijos y los conductores invadían las vías. Fue un alboroto total y el temor se apoderó de la población”, indica Erazo.
Desde entonces, entre las opciones que adoptaron los vecinos diariamente es ir a dormir donde los familiares y otros dicen que saldrán si es que se presentan los lahares. En cambio, algunos se mudaron a otras ciudades.
La casa de Patricio Sánchez, alcalde de Latacunga, está en una zona de alto riesgo. Está situada en el barrio San Silvestre, cercana al lugar donde se unen los ríos Cutuchi y Aláquez.
“Duermo con un ojo abierto y el otro cerrado pensando a qué hora explotará el volcán. Me levanto a ver qué dice el Geofísico sobre el coloso y luego me vuelvo a acostar. Hay una psicosis en la ciudad y por eso decidí quedarme y capacitarme”, cuenta el Alcalde.
Los vecinos de Latacunga caminan por la 5 de Junio, desde donde se ve el volcán. Foto: Glenda Giacometti/ EL COMERCIO.
Sánchez informa que para disminuir las tensiones de la población se efectúan desde el jueves los trabajos de dragado en el Cutuchi. “Estos trabajos no son la solución. Pero hemos decidido limpiar el Cutuchi para que la población se sienta tranquila. Los latacungueños debemos unirnos y no levantar falsas alarmas”.
Las labores están a cargo de las direcciones de Obras Públicas del Municipio y de la Prefectura de Cotopaxi. Además, se anunció la posible construcción de diques en las quebradas del coloso.
Según el Cabildo, las escolleras podrían disminuir la velocidad y retener una parte del material que descienda del coloso. El proyecto fue descartado por César Navas, ministro Coordinador de Seguridad. “No podemos arriesgar la vida de trabajadores y maquinaria en una zona de peligro”.
Otros problemas que afronta la población latacungueña son la ansiedad y la intranquilidad. El psicólogo David Salazar opina que estos síntomas disminuirán conforme los vecinos reciban una oportuna información. “Hay estrés porque el volcán cambió nuestra rutina. La mayoría de los habitantes no pensó que iba a afectar, pero ahora ya estamos aprendiendo y tenemos conciencia de lo que es vivir en riesgo”.
Silvia León, moradora del barrio El Salto, observa al coloso desde la ventana de su casa. Su departamento está ubicado en el tercer piso de un edificio cercano al río Cutuchi. Junto a su madre Marisol, de 56 años, decidieron no abandonar la vivienda hasta que se declare la alerta naranja.
Tienen miedo, confiesan. Por eso a diario sintonizan las radios locales para conocer cuál es el estado del macizo.
León, de 28 años, también revisa la información que se publica en las redes sociales. “Las noches se volvieron largas y se nos hizo habitual mirar al volcán, lo contemplamos”.
Pero la falta de horas de sueño afectó a sus labores diarias en las primeras semanas de las primeras explosiones del volcán. Se cansaba en el trabajo y no tenía ánimos de salir.
La ejecutiva recuerda que perdía con facilidad la concentración en lo que realizaba. “Ahora estamos un poco tranquilas. Asistimos a las capacitaciones y simulacros. Ahora nos toca convivir con el Cotopaxi”.
Las autoridades de la Secretaría de Gestión de Riesgos y la Cruz Roja de Latacunga aún no aplican campañas de ayuda psicológica dirigida a los niños, jóvenes y adultos.
Victoria Albán, presidenta de la Cruz Roja, dice que esperan la autorización de la mesa técnica para iniciar los talleres. “Nos indicaron que actuaríamos en los albergues. Aún no hemos sido requeridos”, comenta Albán.