Francisco Chuto vive en extrema pobreza , junto a su familia, en una casa en la parroquia Cebadas, en Chimborazo. Foto: Glenda Giacometti / El Comercio
A 30 minutos de Cebadas, una parroquia del cantón Guamote, en Chimborazo, está la casa de la familia Chuto.
Llegar no es sencillo, hay que recorrer por una empinada vía lastrada y luego caminar por un sendero estrecho de tierra.
La vivienda se encuentra en la comunidad Guanilchi, donde habitan 200 familias, de las que 34 viven en condiciones de pobreza y pobreza extrema. La pequeña casa, construida con ladrillos, maderas y hojas de zinc se divisa a lo lejos, desde el ingreso a la comunidad.
La mayor cantidad de cabezas de hogar indígenas vive en la pobreza, según datos de diciembre del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC). También es la realidad para la mayor parte de quienes no tienen ningún nivel de escolaridad, fueron solo a un centro de alfabetización o tienen la primaria (info).
Francisco Chuto trabaja como jornalero. Aunque siempre soñó con estudiar y graduarse del colegio, únicamente terminó seis años de educación básica. “Mi padre tenía una discapacidad y mi mamá una enfermedad catastrófica, que la tenía postrada en la cama. No teníamos dinero y tuve que trabajar”, recuerda.
La hija mayor de este hogar, Gloria, tiene 16 años y la menor, Tamia, cuatro. Este 12 de febrero María dará a luz a su octavo hijo en el subcentro de salud de Cebadas.
Mirian Pilataxi dejó de trabajar en un puesto de frutas por sus problemas de salud; vive con USD 26 al mes. Foto: Diego Pallero / El Comercio
Los ingresos familiares dependen del salario de Francisco, quien trabaja a jornal en empleos temporales que consigue en invernaderos de tomate y otros sembríos en Chimborazo y Pichincha.
A esto se suman USD 57 del bono de desarrollo humano y USD 40 al mes que obtiene de la venta de la leche que producen a diario sus dos vacas.
Pero el dinero es insuficiente para la manutención de los 10 integrantes de esta familia.
Los ingresos suman un total de USD 297 al mes; es decir, menos de USD 1 diario para cada miembro. Una persona que vive con menos de USD 1,59 por día se encuentra en condición de pobreza extrema.
Además, la mayoría vive en hogares numerosos. De hecho, el 38,7% de hogares con más de seis miembros en el país enfrenta una difícil situación económica, según el INEC.
En su cocina, de paredes de lodo y techo de paja, hay un fogón donde se calienta una olla de arroz. Los niños llegan de la escuela y lo comen sin nada más. “Comemos arroz tres veces a la semana. Los otros días preparo tortillas, a mis hijos les gusta. A veces también compramos carne”, dice María.
Otra parte del presupuesto, alrededor de USD 120, se destina para la educación de los hijos. Tres de ellos cursan el bachillerato en un colegio de Cebadas, y los otros cuatro estudian en la escuela de la comunidad. El dinero lo usan en útiles escolares, refrigerios, transporte y otros materiales.
“Nuestra única meta es que todos nuestros hijos estudien, que algún día lleguen a la universidad y sean profesionales con un trabajo bien remunerado. Todos son muy buenos, hablan kichwa, español y ya están aprendiendo inglés”, cuenta orgulloso Francisco.
La pobreza también afecta a una proporción importante de mujeres. De cada 100 jefas de hogar, 16 enfrentan esta situación.
Una de ellas es Mirian Pilataxi. Ella habita en el segundo piso de una vivienda ubicada en El Barrio La Argelia, en el sur de Quito. Hasta diciembre del año pasado, la pobreza urbana por ingresos se ubicó en 15,3%; es decir, dos puntos más frente a igual mes del 2017. Los datos también corresponden a las mediciones del INEC.
Unas estrechas gradas de madera conducen al departamento de Mirian. Parte de las paredes y el techo están cubiertas de moho y se descascaran por la humedad.
Hace cinco años le detectaron un desgaste de los cartílagos en sus dos rodillas. Cuando los dolores se hicieron insoportables tuvo que dejar el puesto de frutas que tenía en un mercado de Quito. Era su único ingreso.
Ahora vive de la ayuda que recibe de su hijo que está en la misma casa con ella. “Me da unos USD 20 al mes”.
Con ese dinero cubre gastos de alimentación, medicinas y servicios básicos. Para sacar ingresos extras vende huevos y golosinas a vecinos o parientes que la visitan. “Saco USD 1,50 por semana”, comenta mientras sostiene el envase de sus pastillas, ya vacío.