Liz Truss tomó las riendas del Reino Unido con la idea de proporcionar una sacudida neoliberal al país y resucitar el espíritu de Margaret Thatcher, pero seis semanas de errores de cálculo y torpeza política fundieron a quien aspiraba a convertirse en una nueva ‘dama de hierro’.
Truss se convirtió así en el político que menos tiempo ha ocupado el puesto de primer ministro en la historia del Reino Unido. Con su dimisión del jueves 20 de octubre culmina uno de los períodos más excepcionales y convulsos de la historia reciente británica, que acaba con el mandato más breve de un primer ministro en Downing Street.
El pasado 6 de septiembre, con una visita a la reina Isabel II en su castillo de Balmoral, Truss iniciaba su mandato. No podía ser un buen augurio que la monarca muriese solo dos días después de recibir a la líder ‘tory’.
La ya expremier alcanzó el cargo aupada en las primarias por las bases conservadoras, que apreciaron su discurso desacomplejado y su propósito de dar un giro a la derecha en el rumbo del país.
Pese a ello, a nadie se la escapó que en las votaciones previas entre los propios diputados ‘tories’ ella nunca encabezó las preferencias y disputó el liderazgo con el exministro de Economía Rishi Sunak por apenas ocho votos.
Sin la legitimidad con la que contaba Johnson gracias a su aplastante victoria en 2019 ni un gran respaldo en sus propias filas, Truss aterrizó en Downing Street con pies de barro.
Medidas ineficaces
Pero su situación política no obstó para que el 23 de septiembre su entonces ministro de Economía, Kwasi Kwarteng, presentara la mayor reducción de impuestos en medio siglo, sin más plan para financiarla que endeudar al país; los mercados respondieron disparando la prima de la deuda soberana y hundiendo la libra.
Ese día fue el principio del fin para Truss. A partir de entonces solo pudo dedicarse a destituir a Kwarteng y enmendar una por una todas sus medidas, hasta llegar a la humillación final de ver al nuevo ministro de Economía, Jemery Hunt, desmontar este lunes 17 de octubre por completo ante el Parlamento un plan lleno de “errores”.
Su rictus inexpresivo aquel día, en la bancada detrás de Hunt, le valió comparaciones en la despiadada prensa británica con un “espectro” que seguía en el cargo pero vacío de poder. Sus últimos movimientos a la desesperada, como aparecer en la BBC para hacer acto de contrición y pedir perdón, no sirvieron para nada más que para dilatar un destino que ya estaba escrito.
Obligada a dimitir
Graham Brady, presidente del comité que agrupa a los diputados conservadores sin cartera, acudió el 20 de octubre por la mañana a Downing Street para comunicarle a Truss que había perdido definitivamente el apoyo de su partido.
La mandataria conservadora salió a las puertas de la que ha sido su residencia durante apenas un mes y medio y anunció su dimisión con discurso sobrio y lacónico, de apenas dos minutos.
“Teníamos la visión de una economía de bajos impuestos y elevado crecimiento que nos permitiría sacar partido de las libertades del Brexit. Sin embargo, dada la situación, reconozco que no puedo cumplir el mandato con el que fui elegida”, declaró.
Elección de emergencia
El plazo para presentar candidaturas a liderar el Partido Conservador y el Gobierno británico quedó abierto el jueves 20 de octubre y cerrará el lunes 24 de octubre.
En caso de que un solo aspirante supere el umbral de 100 apoyos entre los diputados ‘tories’ necesarios, el mismo lunes se conocerá el ganador de las primarias. Si hay más candidatos, las bases de la formación votarán a través de Internet al nuevo líder, que será anunciado, como máximo, el viernes 28 de octubre. Se espera un nuevo plan económico hasta el 31 de octubre.
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