En Rusia nadie lo ignora: el patrimonio del “líder nacional” es el más grande de los tabúes. Oficialmente, el país está gobernado por un presidente “modesto”, hijo de obreros de San Petersburgo, satisfecho con su salario de USD 16 300 por mes, propietario de un Lada y de un pequeño departamento en Moscú.
Sus adversarios, por el contrario, afirman que en 14 años de poder Vladimir Putin habría amasado una riqueza de más de USD 40 000 millones.
En diciembre del 2011, pocos meses antes de ser elegido presidente para un tercer mandato, Putin declaró ante la comisión electoral poseer USD 179 612, un departamento de 75 metros cuadrados en San Petersburgo, otro más pequeño en Moscú, y dos automóviles Volga de colección heredados de su padre.
Es verdad que el hombre fuerte de la nueva Rusia reconoció ya que la corrupción gangrena el Estado. Negar la evidencia que desespera a sus compatriotas sería un suicidio político: bajo su reino, todos sus amigos se han hecho millonarios. Pero él se presenta como un hombre incorruptible, que jamás habría aprovechado. Según la gesta putiniana, el exespía ama el deporte y la naturaleza, no el dinero.
El problema es que, a pesar de los riesgos, son numerosos quienes aceptan testimoniar lo contrario, incluso ante las cámaras de televisión. En particular aquellos que lo frecuentaron cuando todavía era un aprendiz de político, un simple consejero municipal adjunto, a las órdenes del alcalde de San Petersburgo entre 1994 y 1996.
En un documental difundido hace dos semanas por la televisión francesa, varios testigos evocan la época en que una grave penuria alimentaria golpeó la excapital de los zares después del derrumbe de la URSS. Putin fue el encargado de poner fin a esa situación mediante el intercambio con otros países de materias primas rusas contra alimentos.
Algunos meses después, otra consejera municipal descubrió que las materias primas no eran canjeadas, sino vendidas, y que el dinero obtenido iba directamente al bolsillo de ciertos funcionarios. Más de USD 900 millones habrían desaparecido de ese modo. Sin embargo, el escándalo fue misteriosamente archivado en un cajón.
El lazo irrompible entre el dinero y el poder
En Moscú, donde acudió llamado por el expresidente Boris Yeltsin a fines de los años 90, Putin descubrió un territorio de otra envergadura: “Allí se decide el 80% de los negocios del país. En el Kremlin, los lazos entre poder y dinero son indisolubles, mucho más estrechos que en San Petersburgo: se roban el 30% del presupuesto federal”, afirma el politólogo Stanislav Bielkowski.
Otro de sus detractores es el biólogo Sergei Kolesnikov, uno de sus exsocios. Durante años, Kolesnikov habría obtenido de Putin contratos exuberantes para Petromed, su sociedad mixta de importación de material médico, a condición de que el 35% de las ganancias le fueran depositadas en la sociedad luxemburguesa Lirus, de la cual poseería el 90%. El hombre fuerte de Rusia, según el detallado testimonio de Kolesnikov, habría acumulado al menos USD 500 millones entre el 2000 y el 2007.
Esa fortuna le habría permitido comprar -a través de testaferros- más del 20% del banco Rossia y hacerse construir un palacio de 12 000 m2 cerca de Sochi, actual sede de los Juegos Olímpicos de Invierno.
“Situada en un bosque, la propiedad de 76 hectáreas tiene un casino, un teatro, dos piscinas y 20 edificios anexos destinados a un centenar de empleados”, afirma Kolesnikov.
Hasta ahora, nadie ha podido dar pruebas de la existencia de esa mansión a orillas del Mar Negro. En todo caso, en un informe publicado en agosto del 2012, uno de los líderes de la oposición, el ex viceprimer ministro Boris Nemtsov anota lo siguiente: “Su tren de vida es comparable al de los monarcas del Golfo Pérsico”.
Putin tendría unos 32 palacios, mansiones y residencias, 43 aviones y 15 helicópteros, “cuyo costo se aproxima a los USD 1 000 millones”. Sin olvidar la “miniflotilla” presidencial, que comprende “cuatro navíos de lujo”.
A inicios de mes, la publicación estadounidense People with Money ubicó a Vladimir Putin en primer lugar entre los “hombres políticos mejor pagados del 2014”. La revista estima sus ingresos en 130 millones de euros. Según esos cálculos, “además de sus ingresos profesionales, Putin debería su fortuna a una inteligente política de inversión bursátil, un consecuente patrimonio inmobiliario y contratos publicitarios extremadamente lucrativos”.
Andrei Illarionov, exconsejero de Vladimir Putin durante seis años, afirma, por su parte, que en Rusia existe una economía de tipo siciliano: “La corrupción no es un problema, sino un sistema que comienza siempre por el boss”.
_En contexto
Putin no consta en la lista de billonarios (poseedores de fortunas superiores a los 1 000 millones de dólares) de la revista estadounidense Forbes. Pero la misma publicación lo designó el hombre más poderoso del mundo el año pasado.