El Brasil que dejará Luiz Inácio Lula da Silva, en enero próximo, no es el mismo de hace ocho años, cuando este tornero mecánico, tras tres intentos alcanzó la Presidencia de Brasil. Los escenarios político, económico y social del país más grande de Latinoamérica han cambiado.
Sindicalista de 65 años (mañana los cumple) es una de las principales figuras del Partido de los Trabajadores. Atrás quedaron los años 1989, 1994 y 1998, cuando su aspiración a convertirse en Mandatario de los brasileños no se concretó.
Y cuando ese ‘milagro’ político ocurrió en las elecciones de octubre del 2002, las expectativas no fueron las más esperanzadoras para la clase media, los empresarios y los grupos económicos nacionales e internacionales. El hecho de que un líder sindical de izquierda ocupara la Presidencia generaba muchas dudas.
Esas dudas, en cambio, se convirtieron en esperanza para la mayoría de la población de este país que bordeaba los 175 millones de habitantes, de los cuales un tercio (cerca de 58 millones) estaba insertada dentro de los niveles de pobreza.
Ocho años después y tras una reelección ganada en segunda vuelta, en el 2006, la aceptación local le sigue siendo favorable al actual Mandatario. Ello se demuestra, por ejemplo, en la actual campaña electoral. Su presencia en los recorridos de la candidata presidencial del Partido de los Trabajadores, Dilma Rousseff, ocasionó que repunte en las encuestas, pasando al primer lugar, superando al opositor José Serra.
Casa adentro, desde el inicio de su primer gobierno, Lula no se peleó con el capital extranjero ni con los inversionistas. Como lo señala Fran Espinoza, politólogo de la Universidad de Deusto, Bilbao, en Globalaffairs.com, uno de los puntos de partida que convirtió a Brasil como país confiable y palanca de desarrollo fue el pragmatismo de su Presidente.
“En su Carta al pueblo brasileño del 2002 se comprometía, si era elegido, a mantener la política socialdemócrata de Fernando Enrique Cardoso. Ofrecía garantías jurídicas y políticas sobre la propiedad privada, la libertad de expresión y la defensa a las instituciones democráticas, algo que ha cumplido…”.
Dio continuidad y fortaleció el llamado Plan Real implantado por Fernando Henrique Cardoso, cuando fue ministro de Hacienda en el gobierno de Itamar Franco y, luego, en sus dos períodos como presidente de la República (1995-2003). El puntal de la medida era una ahorro del 60% de los ingresos en los diferentes niveles de gobierno. Esto le permitió manejar más recursos y destinarlos al campo social. De ahí que lanzó sus planes sociales como Hambre Cero y Bolsa Familia.
En un reporte especial que se publicó en el Financial Times se dice que en los dos gobiernos del presidente Lula la clase media se incrementó. De 30 millones, en el 2003, pasó a 90 millones de personas.
Las políticas económicas implantadas por el actual presidente han favorecido a la inversión y, sobre todo, al desarrollo de las industrias y empresas brasileñas. Citado por El Universal de Venezuela, Pedro Hubertus Vivas, integrante del Observatorio de la Economía Latinoamericana, señala que “Lula ha tomado un liderazgo latinoamericano y la presencia de las empresas brasileñas en todo el mundo es cada vez más común, en parte, por la fuerte expansión del comercio internacional, la diversificación de las exportaciones brasileñas y el aumenta de la competitividad empresarial derivada de la privatización de la economía”.
Un sondeo del Centro de Estudios Pew, publicado por la agencia AFP, el miércoles pasado, señala que la mayoría de los brasileños da una buena evaluación del presidente Luiz Inácio Lula da Silva y considera que su influencia ha sido muy positiva para el país. Un 84% de los brasileños considera que Lula, quien asumió la presidencia el 1 de enero del 2003, ha tenido una influencia positiva en Brasil, y solo el 14% piensa lo contrario, según una encuesta realizada de abril a mayo pasado por este mismo centro, que también adelantó sondeos similares en otros 21 países del mundo.
Además, un 62% de los brasileños considera que la economía de su país se encuentra en buena forma y la mitad de la población se muestra satisfecha con la situación en general, un elemento importante en momentos en que según Pew en muchos países hay insatisfacción por la mala situación económica.
La política internacional de Brasil ha sido otro de los puntales de Lula. Ha sido un gestor de la integración latinoamericana, ha logrado posturas conjuntas con economías emergentes, medió entre Colombia y Venezuela. Su posición ante el programa nuclear iraní y sus reuniones con el presidente Mahmoud Ahmadinejad generaron críticas especialmente en los Estados Unidos.
Pero no toda la tarea queda hecha. La inseguridad es uno de los principales problemas que afecta a las ciudades grandes y medianas del país. Lo que ocurre en Río de Janeiro y Sao Paulo son situaciones que, en muchas ocasiones, se salen de control. Grupos de narcotraficantes, principalmente, imponen sus reglas en las favelas, los barrios pobres de Río de Janeiro. El Estado, como tal, no ha respondido eficientemente para su control y erradicación.
Según una publicación del Centro de Investigación para el Desarrollo, Brasil ocupaba el séptimo lugar en el número de homicidios por cada 100 mil habitantes: 10,60. Cuando los máximos eran 61,00 en El Salvador y 1,90 en Chile.
Como escribió la corresponsal de El Clarín, en Brasil, Eleonora Gosman en su artículo Favelas: la gran deuda social de Lula. “En los barrios marginales de Río de Janeiro, el Estado es reemplazado por narcos y fundaciones. El Gobierno creó una Policía Pacificadora, pero funciona solo en 12 de las 700 favelas. Para las elecciones de octubre, Dilma es allí igualmente favorita.
En su artículo da un repaso del Índice de Desarrollo Humano, compilados por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE). Este revela que Brasil avanzó pero poco en los últimos 10 años. Hubo crecimiento económico pero subsisten las desigualdades sociales y regionales. A pesar de los progresos existe un largo camino para que Brasil alcance el punto ideal de desarrollo”.
“Pruebas al canto: basta visitar una de las favelas cariocas para observar la cantidad de construcciones precarias, de madera y chapas, que las pueblan especialmente en los márgenes. Son las camadas de pobres que llegan a las urbes en busca de oportunidades y que deben conformarse con ingresos mensuales de no más de 200 reales (USD 110)…
Los problemas ambientales, encabezados por la deforestación de la Amazonía, la reestructuración y reforma del Estado, las fallas en el sistema educativo están aún en carpeta.