Regina Catrambone lidera esta misión humanitaria. Al fondo, su barco “Phoenix-1”.
El llamado del papa Francisco no cayó en saco roto. Durante su visita a la isla italiana de Lampedusa, cuando calificó de “vergüenza” la muerte de miles de migrantes que tratan de cruzar el Mediterráneo, el Pontífice tocó el corazón de una riquísima empresaria italiana, instalada en la isla de Malta.
Aterrada de ver los peligros que corre esa gente cuando se lanza al mar en embarcaciones de fortuna con la esperanza de alcanzar las costas europeas, Regina Catrambone compró y equipó un barco para socorrerlos.
Con los ojos fijos en el horizonte, desde agosto pasado, la bella italiana y su marido norteamericano, Christopher Catrambone, se convirtieron en algo así como unos “centinelas” del Mediterráneo, gracias al “Phoenix-1”, un expesquero de 40 metros de eslora.
Ahora es el primer barco de rescate de migrantes operado en forma privada; tiene lanchas fuera de borda, drones y todo el material de supervivencia necesario para socorrer a la gente en peligro de muerte.
A bordo, el “Phoenix-1” lleva un equipo médico especializado, marinos y personal de socorro. Con una autonomía de seis horas de vuelo, los drones cuentan con sistemas infrarrojos de detección que les permiten visualizar las embarcaciones de noche. La idea surgió cuando ambos estaban en un crucero cerca de las costas libias y Regina vio flotando algo que parecía ser un abrigo.
“Cuando le pregunté al capitán qué podía ser, se le ensombreció la mirada y respondió que seguramente se trataba de una prenda llevada por alguno de los migrantes que se ahogan cada semana en esas aguas”, relata Regina. Después, llegó el llamado del Papa, que varias veces calificó de “verdadero cementerio marino” la zona situada entre las costas libias, tunecinas, y de Malta y Lampedusa.
Las guerras, los desastres naturales y la miseria de zonas de África y Oriente Medio lanzaron al Mediterráneo en 2014 a 207 000 migrantes que buscan cambiar sus vidas en Europa. Los que cruzaron el Mediterráneo representan el triple del récord alcanzado en 2011, cuando 70 000 personas partieron de las costas del norte de África hacia Europa, sobre todo Italia.
Las víctimas mortales de esta tragedia también se acumulan en la ruta del Mediterráneo, con 3 419 fallecidos sobre un total de 4 272 muertos reportados en el mundo. Solo en noviembre 8 000 migrantes recibieron ayuda en el Mediterráneo.
“Fue una auténtica conmoción escuchar a Francisco evocar a los “ultimi”, esa pobre gente que nadie quiere, y el llamado que lanzó a quienes pueden ayudar a “sus hermanos” a no morir”, dice Regina , nativa de Reggio Calabria, profundamente católica, como su marido. La pareja, propietaria del Grupo Tangiers, una compañía aseguradora en zonas de riesgo, decidió comprar el barco en Virginia, llevarlo a Europa, restaurarlo e invertir dos millones de dólares de su fortuna personal para crear la Fundación MOAS (Migrant Offshore Aid Station).
Elegante, refinada, extremadamente bella, millonaria, Regina Catrambone reúne todas las condiciones para ser envidiada. Hace años que está casada con Christopher y tiene una hija adolescente, María Luisa. Como si eso fuera poco, ahora Regina tiene un objetivo superior: “Una misión”, como ella misma la define.
Desde agosto, el “Phoenix-1” hizo tres misiones por un total de 60 días. Cada vez que la tripulación divisa una embarcación, va a su encuentro en lanchas ultrarrápidas cargadas de agua, alimentos y material médico. Simultáneamente, previenen a las autoridades italianas o maltesas. “Si están realmente en peligro, los recibimos a bordo del buque para dispensar los primeros auxilios. Pero de ninguna manera los llevamos a tierra, para no ser acusados de ayudar a la migración ilegal”, precisa Regina.