La pregunta es: ¿La ciudad que habitamos es solamente una? La respuesta inevitablemente será: No. Con esta premisa, Juan Silva se armó de un lente macro (para captar objetos muy pequeños, desde muy cerca) y salió a buscar ese Quito que no vemos y que está compuesto por todos los desechos que vamos dejando caer al piso mientras lo transitamos.
Como si se tratase de las células muertas que se van desprendiendo de todo cuerpo expuesto al roce, así se nos van ‘cayendo’ los desechos con los cuales tapizamos las calles de la ciudad.
Durante algunos días, Juan se detuvo varias veces -en medio de las coberturas periodísticas que le son asignadas- para mirar con detenimiento a su alrededor. Y fue así como se encontró con todo tipo de rastros humanos.
Escondida entre el césped de un parterre, una carita feliz nos sonríe; un chicle esperando al próximo zapato que lo pise; mudos testigos de nuestros hábitos consumistas; un espejo hecho trizas en la mitad de la 10 de Agosto… en fin, cosas dichas por la basura.