Primer mundo. Esta vez, Baltimore. El país, el mismo de las últimas veces.
Freddie Gray es la más reciente víctima de la brutalidad policial. Al menos así lo piensa la fiscal Marilyn Mosby que acusa a seis policías por la muerte bajo custodia del joven. Podrían tener una pena de hasta 30 años. Enseguida apareció el espíritu de cuerpo.
El presidente Barack Obama pidió justicia y prefirió no pronunciarse para no interferir en el proceso.
Esta nueva muerte violenta desató en Maryland protestas con incendios. Es la furia de la gente ante la impotencia. Llegó el toque de queda.
Baltimore fue el más reciente escenario. Antes pasaron por episodios parecidos en Ferguson, Nueva York, Cleveland, Wisconsin, Atlanta y North Charleston, la última muerte antes de Baltimore.
Hay un hilo común: las víctimas son jóvenes afroamericanos.
Estados Unidos se proclama como el país de las libertades.
En el siglo XIX ese país vivió una violenta guerra civil de cuatro años. Los esclavos procedentes de África eran la causa. Su propiedad y aporte a la producción de algodón estaban en juego.
Las cifras de muertos hablan de 750 000 (BBC Mundo). Un alto precio.
Se pensaba que todo era por la libertad de los esclavos. El presidente republicano Abraham Lincoln perdió una primera batalla en el Congreso. Luego en 1863 consiguió, no sin ciertas maniobras para cambiar votos, aprobar la condición derechos iguales para todos los seres humanos en Estados Unidos a través de una enmienda constitucional.
La guerra se acabó en 1865. Lincoln murió asesinado.
Su proclama de libertad triunfó pero la segregación racial continuó -continúa- pese a los avances evidentes en materia legislativa y de derechos. El sueño de Martin Luther King por los derechos civiles le costó la vida en 1968.
Hoy, Estados Unidos tiene un presidente afrodescendiente pero las muertes de los jóvenes muestran que queda mucho camino por delante.